36. Amanecer

100 6 1
                                    

Alex

No era el maldito preciso instante en que debían hacerme enojar. No, simplemente no. Sasha gruñó ante la mención del marinero, que se refirió hacia nosotros como "perros".

—No estoy de humor —dije fastidiado—, o zarpan el barco, o les rompemos el culo a patadas. Ustedes deciden. Les recomiendo la primera, aunque me encantaría poder romperles el or...

— ¡Alex! —chilló Rachel callándome. Está bien, digamos que tampoco era el momento de hacerla enojar.

Miré hacia los marineros y ellos nos observabaron sin saber muy bien lo que pasaba. Se escuchó un derrumbe y toda la isla, junto con el barco, se movió con brusquedad. Me giré a ver la isla. Estaba temblando como si fuera un puto terremoto.

Entonces, la montaña simplemente se partió en dos. La isla entera comenzó a moverse, y el temblor repercutía en todos lados. Tuve que aferrarme al mástil del barco o me iba a caer.

Y entonces capté.

La isla se estaba hundiendo.

Era el maldito momento en que debíamos irnos a la mierda.

Ladré una maldición y me acerqué a ellos. Los hombres, viendo que si no nos íbamos en ese preciso instante moriríamos, tomaron sus puestos y en poco tiempo el barco zarpó.

Luego del momento de adrenalina, la memoria volvió a mí, y traté de calmarme.

La culpa, los gritos, y lo no dicho me perturbaban. Rachel se encontraba en su camarote con Aldric, sola, tratando de hacerlo dormir. Pobre niño, todo lo que estaría pasando.

Kat seguía inconsciente en otro camarote, resguardada por Elliot. ¿Cuándo despertaría? Me estaba impacientando.

Me incliné sobre la mesa y saqué el cuchillo que había incrustado con fuerza hacía unos momentos. Lo volví a clavar, esta vez sacando un gran pedazo de madera. Suspiré cansado. La ficha no me terminaba de caer. Siempre, en mis estudios de medicina, había sido consciente de la muerte; presencié cadáveres y hasta una persona que murió a causa de un demonio. Pero nunca una baja de una conocida, una amiga.

Lily había sido una buena persona, la conocí desde que tuve manifiesto de mis poderes a los diez años. Fui llevado por mi padre a su abuela, que me enseñó cómo controlarlos. Los poderes en los lycans no son muy comunes, pero pueden estar.

Nunca olvidaré cuando vi por primera vez ese cabello rojizo. Era como el de la princesa Mérida (sí, conozco esa película). Sus ojitos me miraban con curiosidad e inocencia, y no pude evitar sonreírle. Creo que desde ese momento estuvo enamorada de mí, pero nunca le pude corresponder su amor. Me sentía mal por haber ido a la ayuda de Kat en vez de ir por ella, pero mi instinto saltó por la vampiresa.

Sostuve mi cabeza entre mis manos temblorosas. Yo no me encontraba tan mal (mal estaba) por la muerte en sí, aunque suene muy feo así era; sino por lo que estuviera sintiendo mi hermana en ese preciso momento. Se había encariñado con la pelirroja, sufrió en silencio cuando Sasha reveló su visión, y se había alegrado al momento de ver que no se había cumplido. Rachel era una chica especial, ocultaba sus sentimientos detrás de un muro impenetrable. Mi hermana lloraba por dentro, y odiaba verse débil. Pero a veces hacía bien llorar.

Me encaminé hacia su camarote. Toqué a la puerta y no esperé respuesta, entré. Estaba oscuro, levemente iluminado por unas velas. Un susurro, una melodía que solía tararear cuando estaba triste, flotaba por el aire.

Su cabeza estaba agachada mientras acariciaba el pelo de Aldric, que se encontraba dormido. Levantó sus ojos cuando me senté a un lado de su cama, estaban rojos y llenos de tristeza. No me gustaba verla así, pero no podía hacer nada, no podía volver a la vida a Lily.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 25, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora