35. Escape

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Elliot

—¡Demonio hijo de...!

Me volvió a pegar en el rostro, con más fuerza que antes. La cabeza por poco me giró trescientos sesenta grados. Escupí un poco y lo miré a la cara.

—¡Ya!

Pero para él no era suficiente. Quería matarme, lo veía en sus ojos perfectamente. Rugió y volvió al ataque.

Me agaché justo a tiempo. El puño pasó a un centímetro de mi cabeza y se hundió en la pared con un ruido a huesos rotos bastante doloroso hasta de oír. El demonio forcejeó, intentando sacar su mano, pero no lo logró.

Pasé por abajo suyo y eché a correr hacia Lily. Hacía cinco segundos que le había dicho a Kat que ella se ocupara de los prisioneros, que yo salvaría a Lily. Lo dije como si fuera pan comido, pero en realidad dudaba bastante poder hacerle algo a Vladimir. Estaba realmente agotado tras el ataque de ese demonio Jakob, y casi desfalleciendo después de pelear contra un grupo de ex convictos. Que además no eran cualquiera, estaban en la prisión por su sed de matar, su maldad y su increíble poder. Muy bonito.

Miré a Kat de reojo y la vi peleando contra un demonio. Estaba sacando su daga mágica, así que no me preocupé por ella. Volví a concentrarme en Lily. Levantaba los brazos creando un tenue campo protector que se desvanecía en el mismo momento en que Vladimir lo tocaba.

Me lancé sobre Vladimir sin dudarlo. Aunque estuviera débil, algo podría hacer, distraerlo, no sé. Pero entonces algo me saltó encima, y rodé por el piso alejándome de Lily.

Era un vampiro. Tenía los ojos rojos y una sonrisa de desquiciado. Era un impuro, gracias a Dios. Los impuros son bastante más fáciles de matar que un puro, porque por ellos corre sangre humana. Aunque sí son unos malditos dementes chupasangres. No tienen conciencia, no se controlan, son una mierda. Aguante ser puro.

Enseñando los colmillos se me tiró encima el atrevido, y con los dedos casi me saca un ojo. Pero levanté la mano y la estampé contra su cara, apretando con fuerza hasta que soltó un quejido de dolor y empezó a retroceder. Tenía mi pulgar clavado en la parte inferior de su mandíbula, y él abría y cerraba la boca intentando quitárselo.

Pero yo ya estaba harto. Mientras él retrocedía, yo me acercaba. Hasta que con la otra mano agarré su cuello. Recién entonces solté su rostro.

Quiso lanzarse sobre mí otra vez. Pero yo ya lo tenía previsto, así que apreté su garganta con ambas manos y lo hice darse vuelta. Con un movimiento rápido y seco, le rompí el cuello. Cayó muerto al suelo al instante.

Retomé la marcha hacia Vladimir. Pero entonces algo se me puso adelante.

—¡Oh, vamos! —refunfuñé—. ¿Qué es esto? ¿El día de molestar a Elliot? Sí, ¿por qué no se suman, manga de putos? —les grité a los otros convictos. Apenas si me miraron.

El que tenía delante ahora era un lycan. Me miraba con los ojos desorbitados. Se tiró sobre mí, convirtiéndose en lobo. Las garras extendidas, las fauces abiertas y la baba que casi se le caía, parecía un perro rabioso. Se me ocurrió  una extraña comparación a lo que hubiera sido Rachel, transformada en lobo, durante su periodo.

Ahora que lo pienso... ¿las mujeres lycan tienen periodo?

Meh. Para mí que se ponen en celo.

Lo esquivé por apenas un milímetro. Voló por encima mío y fue a estrellarse contra otro lycan.

Miré a mi alrededor.

—¿Algún otro para la fila? —vociferé, levantando los brazos. Nadie respondió—. Bien —gruñí, corriendo hacia Vladimir.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora