10. La tienda de magia

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El día era tranquilo en el pequeño pueblo de Richmond, donde era fin de semana y los jóvenes paseaban por las calles calurosas y habitadas, ya que todos aprovechaban el buen día. En este pueblo, era muy común que los jóvenes aprovecharan los días como estos y salieran en grupos hacia los bosques para hacer picnics, donde la familia Walker cuidaba. Pero lo común no afectaba a Lily, una joven chica, quien en días como estos ayudaba a su abuela con la tienda.

Era mediodía, y Lily se encontraba en su habitación, en el tercer piso, sentada en el borde de su ventana, observando a los chicos que se paseaban por los alrededores. Ella miraba con anhelo a los jóvenes normales, tenían familia, padres, hermanos, amigos y ella estaba sola con su abuela medio loca. Otra vez, sus pensamientos fueron interrumpidos por su abuela, llamándola a almorzar; y otra vez su típica respuesta de "ya bajo". Se levantó con desgano, y en el trayecto en el que se dirigía a la puerta se encontró con un espejo, su espejo favorito, un obsequio de su madre, una de las pocas cosas que le había dejado. Era su objeto más preciado. En él se observó, y se preguntó si se parecería a ella, a su madre. Miró su cabello rojizo que caía por sus hombros hasta su pecho; miró sus ojos, azules, y con una mirada cansada; ella estaba cansada de la monotonía.

Bajó las escaleras y dio su cordial saludo a su abuela, quien la estaba esperando con un rico almuerzo. No hablaron ni una sola palabra, no tenían de qué, y además Lily no quería tocar temas que pudieran hacer enojar a su abuela. Luego del almuerzo empezó a limpiar la tienda para abrirla, aunque para ella era una pérdida de tiempo, ya que nadie se presentaba. Miró hacia el exterior y una fuerte tentación de salir por la puerta la invadió, pero las palabras de su abuela resonaban en su cabeza y las repitió:

—Una persona con tus poderes no puede ser como los demás —dijo recitando sus recuerdos—, eres un peligro para la sociedad y nadie te aceptaría por lo que eres.

Suspiró y se dirigió hacia la puerta, cambió el cartel de "cerrado" a "abierto" y se sentó en su habitual lugar: detrás del mostrador. En toda la tarde entraron un par de clientes a preguntar por los objetos y las típicas preguntas aparecían de las bocas de las jóvenes:

— ¿Son objetos mágicos de verdad? —preguntó una de unos 13 años.

—Claro que son mágicos —respondió Lily—, según cuál tomes es el deseo que cumplirá.

—Por fin estaré con Elliot Kane, Camille —exclamó a su amiga, emocionada.

"Chicas enamoradas" pensó Lily, "tan ingenuas"

Las enamoradas compraron ese peculiar objeto con olor a jazmín y se fueron contentas. El día pasó y con él llegó la noche. Eras las 17:45 hs y ya casi era hora de cerrar, el sol estaba bajando y el frío iba tomando posesión de las calles. Aburrida, ella miraba las páginas de su libro viejo, buscando entretenimiento cuando, la puerta de la tienda se abrió, nuevamente.

—Ya estamos por cerrar —aclaró Lily sin levantar su vista del libro, el cual relataba una antigua leyenda.

Los pasos se escucharon por la tienda, como si sus pies pesaran. Parecían ser dos personas, y Lily lo comprobó cuando levantó su vista y contempló a una chica y un joven, el cual atrapó su atención. La chica, muy alta, de pelo negro azabache y luminosos ojos azul pálido, se mantenía cerca de la puerta, mientras el joven, de ojos plateados y pelo negro, se acercaba al mostrador. Ambos estaban vestidos de negro, parecían salidos de un funeral, y su piel era muy pálida. Demasiado. La rapidez de los latidos de Lily empezaron a aumentar pero no de la buena manera. Sus ojos se quedaron clavados en él, que tenía un aura oscura envolviéndolo.

—Lo siento, ya está cerrada la tienda, por favor retírense —tartamudeó Lily.

—Es que, es algo que necesitamos con urgencia —aclaró el joven.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora