25. Thadeus

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James

— ¡¿Laberinto?! ¡Estuvieron en un puto laberinto y yo no estuve ahí! —Gruñí. Siempre había querido estar en un laberinto desde que mi hermano y yo habíamos leído la saga de "Maze Runner"; pero no, yo tenía que perderme y no poder gozar de mi lugar deseado—. El mundo es injusto.

Sé que no suelo ser enojón, pero... ¡Se metieron en un maldito laberinto!

Todos estábamos caminando por un sendero de piedras, mientras un joven mago —creo que lo era por sus ojos violetas— nos guiaba con un tal Thadeus. La verdad no teníamos ni idea de quién era, pero decidimos seguir al chico; daba buena espina. Caminamos en silencio hasta que quise saber más sobre lo que había pasado en mi ausencia, así que empecé a preguntar. Y fue ahí cuando me comentaron que los habían metido en un laberinto y yo salté gritando lo injusta que era la vida.

— ¡Ya, James —exclamó Rachel—, el laberinto no es como en tus sueños! Fue una experiencia verdaderamente horrible, no me gustaría volver allá.

—Arañas... —susurró Jared con la mirada perdida y un notable escalofrío que recorría su espalda—. Muchas arañas persiguiéndonos...

—O con una quimera tratándote como su desayuno —acotó Sasha, notablemente molesto.

—O paredes que se cierran a tu alrededor —terció Sebastien.

—Tú no te quejes, que yo tuve que cargarte —le regañó Alex, quien seguía con Lily en brazos.

Me reí, y aunque dijeran lo que dijeran, aumentaban mis ganas de estar en un laberinto.

— ¡No seas idiota! —me reprendió Katheryn, fulminándome con su mirada de hielo.

Grosera, pensé para mis adentros. Otro golpe en mi nuca. Dios James, deja de pensar tonterías que ella puede escucharnos, me reté. Moví mis brazos para cubrirme del inminente ataque de la vampiresa, pero en cambio ella solo se rió de mis pensamientos. Ya deja de hacer eso, mis pensamientos son privados.

—Ni que yo quisiera escuchar lo que piensa un idiota como tú —reprochó.

Todos nos miraron raro, intentando saber lo que pasaba. Já, incrédulos.

Seguimos caminando mientras ellos me contaban más detalladamente lo que les habían hecho hacer. Por lo que había entendido, los habían dividido en grupos de dos, pero cada uno se afrontó a una cosa distinta.

— ¿Cómo puede ser eso posible? —pregunté.

— ¿Nunca habéis escuchado hablar sobre "el Laberinto de las dimensiones" del reino Oeste? —Preguntó el chico hablando por primera vez, luego de decirnos que le siguiéramos. Su tono de asombro me inquietó un poco—. ¿De dónde vienen?

—Evidentemente, no de aquí —dijo Elliot molesto—. Habíamos oído algo de eso ya, ¿no, Kat? Pero nunca pudimos enterarnos bien. Ya, dinos qué pasa en esa cosa del demonio.

—Pues —tartamudeó el joven, un poco asustado por haber hecho enojar al chico—, es un laberinto mágico. De cierta manera contiene más de una dimensión, y es por eso no se pueden topar las personas que ingresan allí, a menos que paséis juntos. Aunque se unen al momento de salir.

—Es por eso que nos encontramos cuando salimos —razonó Rachel—, y que no podía oler a mis hermanos mientras estaba en el laberinto. ¿Y es alterno a quién le toca qué cosa?

—No —respondió el mago—, en parte es tu temor y otra parte lo decide Charles...

— ¡Ese hijo de...! —empezó Elliot.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora