16. Desafíos del alma

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Rachel

Unos ojos violetas me miraron a través de la oscuridad, que le proporcionaba la capucha al individuo. Era el más alto de todos los que nos rodeaban y su túnica le cubría todo el cuerpo, de un color purpura y detalles en negro, caía al piso bellamente. Sasha se encontraba frente a mí, dándome su espalda en defensa ante los intrusos; aunque nosotros éramos los intrusos en este caso, pero no importa. Levanté la mirada hacia los ojos que me miraban, pero la firmeza de tal hizo que me sintiera insegura y cerrara mis ojos. El silencio nos envolvió, solo dejando el susurro del fuego al flamear.

Estábamos rodeados de brujos y para ser sincera, excluyendo a Lily, estos no me caían para nada bien. Sus ojos violetas parecían poder mirar nuestros interiores, y jugar con nuestras almas; algo me decía que no jugaban muy delicado.

En ese momento una voz gruesa interrumpió el ambiente, miré hacia delante y vi al más alto que se sacaba la capucha, para dejar ver una cabellera larga y blanca; delante de un rostro pálido y duro.

—Mi nombre es Charles —habló el hombre con acento peculiar, por alguna razón no podía adivinar su edad; era joven, pero al mismo tiempo sus ojos revelaban muchas experiencias vividas—. Soy uno de los cuatro hechiceros, encargado del bosque del Este. ¿Por qué queréis entrar a mis tierras?

Estaba paralizada, al igual que mis compañeros. Pronto alguien se adelantó y se colocó a mi lado para luego hablar con claridad:

—Nos dirigimos a la prisión Azlag —era Elliot, siempre tan seguro y confiado—. No queríamos causar ningún revuelo, pero según Vladimir ésta era la única ruta para llegar.

El hechicero frunció el ceño, para luego cambiar su expresión a gracia y empezar a reír. Tomé el brazo de Sasha entre mis manos, y me acerqué a él con miedo.

— ¡Haberlo dicho antes! —Exclamó Charles—. Podéis pasar, pero sabed que solo podrán si os aceptáis a sí mismos y no se arrepienten de nada; no se culpen de cosas del pasado, sean libres y pasen. No es mi elección, sino del bosque Pepito.

Éste se corrió de su lugar, dejando ver una visible línea que parecía ser la división de los territorios; era roja y rodeaba al bosque, como si fuese parte de un conjuro.

—Está bien —aceptó Elliot y cruzó la línea.

Todos se le quedaron mirando.

— ¿Así de fácil le fue? —Preguntó uno de los brujos que estaban ahí.

—Préstame un poco de tu autoestima —rogó uno.

—Pedazo de narcisista —secundó otro.

Elliot se encogió de hombros con una sonrisa altanera y miró a Katheryn, esperando a que siguiera sus pasos; ésta vaciló por unos segundos, pero luego reafirmó su confianza en ella y cruzó la línea.

Los gemelos se acercaron a la línea y trataron de cruzarla, pero una fuerza los lanzó en el aire unos cuantos metros hacia atrás, para caer sobre un montón de hojas, cubriéndolos al tope. Una carcajada desde lo profundo de Sebastien se escuchó, hasta creí que se le había contagiado a alguno que otro brujo.

— ¿De qué mierda se arrepienten ustedes dos? —Preguntó furioso Sasha.

Los castaños se miraron y empezaron a "llorar" mientras se abrazaban entre ellos en forma de consuelo, sabía que era pura actuación.

— ¡No pudimos hacerle la broma a la profesora de Biología antes de irnos...! —Exclamó James.

— ¡Esa maldita hija de p...! —Lo secundó Jared antes de ser interrumpido por mi tremendo grito.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora