12. Un viaje inesperado

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Rachel

Piedra. Piedra. Piedra. 

— ¡Gané, piedra vence a tijera! —Exclamé—. Te toca lavar los platos —dije sacándole la lengua. Sí, yo siempre tan madura. 

— ¡No es justo, Rachel! —Protestó Jack, mi hermano menor—. ¡Tan solo tengo 7!

Lo miré enarcando una ceja, ¿eso qué tenía que ver? Al ver que yo no iba a cambiar de opinión, rodó los ojos y se dirigió a la cocina con todos los platos, apenas pudo llevar los cubiertos con sus pequeños bracitos. Agh, odiaba ser buena hermana. Me paré y llevé lo que quedaba. Ayudé a Jack, mientras él lavaba, yo secaba. La cena había sido rara, mi padre y Alex se habían ausentado, cosa extraña en ellos; le pregunté a mi madre si sabía algo al respecto, pero ella lo ignoraba. Se estaba haciendo tarde y ellos no volvían. Me encontraba en mi cama, acostada, mirando al techo mientras tiraba una pelota para pasar el tiempo, cuando sentí un ruido afuera, lo cual me hizo levantar; agudicé mis oídos y escuché el ruido de un auto. No. Eran dos autos. ¿Qué hacían dos autos aquí?

Bajé rápido las escaleras, tratando de no caerme; fui hacia la puerta, la cual abrí con brusquedad encontrándome con unas cegadoras luces que apuntaban a mis ojos, desconcertándome. De un momento a otro, las luces se apagaron y pude ver como mi hermano estaba ayudando a mi padre a dirigirse a la casa. Sin pensarlo dos veces, me dirigí a ellos. Mi rostro se deformó de horror al ver el cuerpo de Alex todo ensangrentado, marcas en su cuello y su pecho descubierto; se había convertido en lobo y luchado con alguien, estaba segura. Miré atrás de ellos y vi a los vampiros, Elliot llevaba en brazos a una chica.

Mi mente empezó a sacar conclusiones bajo presión, todo indicaba que los vampiros eran los responsables. Los miré con toda la furia que llevaba dentro. Si las miradas pudieran matar, la mía los habría asesinado en un segundo. Me dirigí hacia ellos, mientras mis otros hermanos salían de casa y ayudaban a mi padre y a Alex.

— ¡¿Qué les hicieron, malditos?! —Exclamé furiosa. La verdad es que nunca me enojaba así, siempre era Sasha quien hacía esas cosas, pero una rabia interior me invadió.

Vi que Katheryn me miraba con su manera típica, desafiándome a que haga algo para que ella pudiera defenderse y así demostrar su superioridad. Ignorándola, me fijé en su primo, el cual tenía cara de preocupación.

—Oye, tranquila —dijo lo más calmado posible. ¡¿Cómo quería que me tranquilizara?!—. Nosotros no les hicimos nada.

—Además de no hacerles daño, salvamos sus sucios traseros de perro —agregó Katheryn.

Otra vez la fulminé con la mirada, iba a matarla. Un viento hizo que mi pelo se levantara, un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral y mi piel se volvía de gallina. Sentí como la electricidad recorría mí cuerpo. Entonces una mano viscosa, por la sangre, me tomó por el hombro. Volteé y lo encontré a Alex negando con la cabeza. Cerré mis ojos tratando de calmarme. Todo paró.

—Todo está bien, Rachel —aseguró mi hermano, y luego miró a los vampiros—. Vengan, pasen a la casa.


***

Todos nos encontrábamos en la sala de estar, menos mi madre que estaba cuidando a Jack, quien dormía plácidamente. Me había disculpado con los vampiros por haber hecho malas suposiciones, lo que me diferenciaba de Sasha. Alex se había limpiado, al igual que los demás. Estábamos sentados en los sillones. La joven que Elliot llevaba en sus brazos se había despertado, su pelo era colorado y sus ojos de un hermoso azul; recién abrió sus ojos, se levantó y preguntó por su abuela. Me dio mucha lástima cuando mi hermano le informó que estaba muerta, me acerqué a ella y ambas lloramos un poco. Mi padre también se había despertado, y ahora nos estaba hablando de lo sucedido, cuando mi tonto hermano, Jared, lo interrumpió con una de sus tontas preguntas:

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora