32. Pancrasio

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Rachel

Ya había pasado media hora de caminata desde que nos habíamos separado de los Kane, y aún no aparecía lo que buscábamos. Es más, ni siquiera sabíamos qué era lo que estábamos buscando. ¿Alguien sabe siquiera por qué estamos en la prisión? Ah sí, porque un maldito infeliz dejaba pasar demonios malos a nuestra dimensión; y no sólo demonios, sino cualquier ser que quisiese el fin para la raza humana, y sus protectores. O sea, ¡toda mi familia y yo moriríamos si no deteníamos esto!

Está bien, Rachel, cálmate.

Volviendo al tema, estábamos caminando por un túnel con antorchas empotradas a la pared, iluminando tenuemente el lugar; había un incómodo silencio, ya que nadie se atrevía a hablar mientras tratábamos de encontrar alguna entrada, o indicación de que era el camino correcto. Aburrida, me acerqué a Lily, quien por cierto estaba muy callada desde que Katheryn la había golpeado, y la tomé por el brazo, entrelazándolo con el mío. Me sonrió, aunque parecía más bien una mueca.

— ¿En qué piensas? —le pregunté intrigada.

—Pues... —dudó antes de seguir—, pienso en lo del puente, y los centinelas. Aún no entiendo qué pasó, pero la que caminaba no era yo. O sea, sí era yo, pero no. ¡Agh, por qué es tan difícil de decir!

—Cálmate —reí—, te entendí. Eso creo.

—Es como si alguien me hubiera controlado, era una especie de sueño. Yo no quería alertarlos, pero no me podía mover. En verdad lo siento —parecía triste, en verdad se sentía culpable.

Le apreté el brazo de forma cariñosa y le sonreí, me devolvió la sonrisa.

—Todo va a estar bien, Lily —le dije.

El silencio volvió a nosotros, menos incómodo que antes. Caminamos otro rato largo, en donde comenzaron a aparecer pequeños pasadizos a los costados del principal, que era por el que íbamos. Sebastien tomaba mi mano libre, temblaba como gelatina y sudaba como deportista recién terminado el partido. No sé si recuerdan, él es claustrofóbico, no le gusta los espacios cerrados, y siente que las paredes se cierran; esto puede ser causado por un episodio en su infancia, en el caso de él: se cayó en un pozo cuando era pequeño y pasó más de una hora solo, sin saber si viviría o no. Por suerte lo encontramos con Sasha, pero nunca más pudo estar por mucho tiempo en lugares cerrados. Sí, pobre. Imagínenlo en el colegio. Pobre de mí, y bueno, también de él.

En fin, mi mellizo estaba empezando a dar signos de animal enjaulado, cuando se sintió una rara brisa en el ambiente. Automáticamente detuvimos la caminata, observamos a todos lados por si divisábamos algún peligro; nada. Íbamos a seguir, pero Lily soltó mi brazo y retrocedió a uno de los pasadizos que habíamos pasado hacía apenas unos segundos.

Le llamamos por su nombre y no nos prestó atención. Me coloqué frente a ella para detenerla y me llevé una gran sorpresa al ver sus ojos completamente violetas. Giré hacia mis hermanos, estaban esperando a que les dijera que podíamos seguir, pero no era así. Ella estaba en una especie de trance, y algo me decía que debíamos seguirla.

Pasmada, caminé junto a la pelirroja; poco a poco, los chicos entendieron que si no querían perderse debían ir con nosotras.

— ¿Puedes explicarme a dónde va? —preguntó Alex en mi oído.

—Está en trance —respondí, como si eso contestara todas las preguntas.

Me miró con fastidio. Le señalé sus ojos.

—Ahora comprendo que Lily estaba en trance cuando se dirigió al puente colgante —proseguí—. Por alguna razón, ella sabe el camino, o eso creo. Hay que seguirla y llegaremos a lo que buscamos, sea lo que sea.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora