El Lago Negro

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Parecía el fin de la amistad de Ron y Hermione. Estaban tan enojados que ni Harry ni yo veíamos posibilidades de reconciliarlos.

A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera preocupado en vigilar a Crookshanks.

Hermione, por su parte, sostenía firmemente que Ron no tenía ninguna prueba de que Crookshanks se hubiera comido a Scabbers, que los pelos podían encontrarse allí desde navidad.

En cuanto a mi, no sabía que pensar, no quería ponerme de lado de nadie. En cambio, Harry, estaba convencido de que Crookshanks se había comido a Scabbers, y caundo intentó que Hermione comprendiera que todo apuntaba a que así era, la castaña se enojó con él también.

Y yo, era la que estaba en medio de los tres, iba de aquí para allá, en las mañanas con Ron y Harry, y en las tardes con Hermione, ya que ninguno de los tres tenían ganas de estar en el mismo lugar al mismo tiempo, ya ni podía pasar tiempo con los gemelos, y ni hablar de mi plan de reconciliarme con Cedric.

Ahora mismo, estoy junto a Ron, viendo como el equipo de Quidditch de Gryffindor tiene su último entrenamiento antes del partido.

Vimos como los chicos bajaban de las escobas. Minutos después, Harry y los gemelos venían hacia Ron y a mi.

—Bien, primero, tengo que enseñarte a como usarla, Aria— dijo Harry, me levanté de mi asiento y me acerqué a el.

—Oh no tan rápido, enana— dijo George.

—¿Que pasa?— pregunté.

—Tu vienes con nosotros— contestó Fred con una sonrisa en su rostro.

—Pero... Harry me iba a-

—Nada de peros, nosotros te enseñaremos luego a montar una estúpida escoba— interrumpió George y me sacaron del campo a zancadas.

Cuando estábamos a punto de entrar al castillo, Fred puso la manta de invisibilidad de Harry sobre los tres, la cual me hizo quedar sin visión ya que estábamos muy apretados ahí dentro, y con la altura de los gemelos... bueno... no veía nada.

—¿Se puede saber que están haciendo?— pregunté en un susurro.

—¡Shh!— exclamó George —Ya vas a ver, no seas impaciente.

Rodeé los ojos y seguimos la caminata.

—Bien, ahora... solo pasa por ese túnel, nosotros... ya volvemos— dijeron y se fueron corriendo, dejándome sola.

Tenía dos opciones, o iba por donde los gemelos me indicaron, o me perdía en el castillo en un intento de ir a la sala común. No miento cuando digo que no tengo ni la menor idea de donde diablos estoy.

Decidí hacer lo que los gemelos me dijeron, estaba oscureciendo y no tenía ganas de andar sola por la oscuridad del castillo.

Un largo rato después de estar caminando por aquel túnel que a mi parecer no tendría fin, vi una luz, corrí hacia allí, en las películas dicen que no es bueno ir hacia la luz, pero estaba cansada y no pensaba volver.

El túnel terminaba allí, di un paso fuera de este, y pude observar el Lago Negro.

Caminé un poco más y vi a alguien sentado en el pasto, viendo hacia el lago.

Decidí acercarme, al fin y al cabo, no creía que los gemelos volvieran, y no tenía más que hacer.

Al quedar tan solo a unos metros de aquella persona, me detuve. Era él.

Malditos gemelos astutos. Seguramente lo trajeron aquí como lo hicieron conmigo para que pudiéramos hablar.

Era mi momento, nadie nos iba a interrumpir. Pero al verlo ahí solo... de espaldas a mi y con el cabello revuelto, me detuve. No iba a soportar verlo todo el tiempo con esa chica... no cuando mi corazón pedía a gritos estar en su lugar, cosa que jamás iba a suceder.

Intentando retroceder, pisé una rama y el castaño giró su vista hacia mí. Mierda.

Ya era tarde. Ya no podía volver a retroceder.

El castaño se levantó del suelo y corrió hacia mi, mientras yo avanzaba a paso lento.

—Aria...— murmuró cuando nos encontramos, sonreí un poco —tienes unos amigos astutos al parecer.

—¿Ellos también te trajeron aquí?— no me imaginaba a Cedric dentro de la capa junto con los gemelos, además de qué seguramente no entraban los tres, Cedric también tiene su altura.

—Si... fue algo extraño... me dijeron que Snape quería verme y que debía seguir el camino de un mapa que al parecer ellos dibujaron en una servilleta...— explicó y yo solté una carcajada —por un momento pensé que sería alguna de sus bromas... me alegra haberles hecho caso...

Yo solo sonreí y se formó un silencio un poco incómodo.

—Necesitamos hablar...— dijo Cedric cortando el silencio.

—Lo sé...— contesté haciendo una mueca.

—Me enteré de lo qué pasó en las vacaciones de navidad... tu... ¿Estas bien?— preguntó.

—Si... pero eso no importa...— dije, lo miré antes de seguir hablando —Yo... en verdad lamento haberte tratado así...

—Está bien... pero... ¿Puedo saber por que lo hiciste?— preguntó. Mierda.

—Tiempo atrás de que fuera navidad... tuve una pelea con Cho Chang— dije, el castaño me miró sorprendido —ella... me dijo cosas horribles y... que me alejara de ti...

—¿Qu-que?— dijo el castaño atónito.

—Y yo... bueno, no quise causar más problemas, por lo que tan solo... me alejé de ti...— expliqué con la vista en el piso.

Odio mentirle. Odio estar sintiendo todo esto por él. Odio no poder decirle todo lo que siento. Sé que más adelante no voy a poder resistirlo, pero ahora lo mejor será que me lo guarde.

—¿Osea que tu... me ignorabas para... no meterte en problemas con Cho?— dijo algo confundido, luego de unos segundos de haber procesado todo.

—Cedric yo... no quería interponerme en-

—Pudiste habérmelo dicho— me interrumpió —Yo podría haber arreglado las cosas con ella. ¿Pero ignorarme?

Sus palabras me resonaban en la cabeza. Él tenía derecho a enojarse, era ridículo el que me hubiera alejado de él tan sólo porque su novia me lo pidió... solo que él no sabía ni la mitad de las razones... y tampoco iba a saberlas...

—Lo sé yo... lo siento ¿Sí? No tengo excusas, sé que soy una estúpida y... tienes derecho a enojarte si quieres... si te hace sentir mejor, quiero que sepas que ignorarte me costó como no te imaginas...

Lo miré. Noté una expresión que jamás había notado en él. Era una mezcla de tristeza y desilusión. Odio verlo así, y más si es por mi culpa.

Mis ojos comenzaron a cristalizarse. Él seguía mirándome con la misma expresión. Ya no podía verlo más así. Me giré lentamente y comencé a caminar nuevamente hacia aquel túnel.

—Espera...

Te seguiré amando - Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora