Te seguiré amando - Cedric Diggory

La llegada de los estudiantes

—Síganme, por favor— dijo la profesora McGonagall.

Ya eran las seis de la tarde y los nervios me estaban quemando el cerebro. Rezaba por no cruzarme con Logan.

Bajamos en fila por la escalinata de la entrada y nos alineamos delante del castillo.

—Son casi las seis— anunció Ron —¿Cómo creen que llegarán? ¿En tren?

Mi cabeza no servía para pensar en cómo iban a llegar los estudiantes, solo quería intentar que no me vieran y le agradecí a mi altura.

—Tranquila, recuerda, tu solo ignóralo— dijo Hermione susurrando. Ella, Cedric y los gemelos eran los únicos que sabían lo de Logan, tal vez luego se los diga a Harry y Ron, pero ahora no es el momento.

Y entonces, desde la última fila en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:

—¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

Solté un suspiro de alivio. Miré hacia el bosque y pude ver una cosa larga, acercándose al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de la copa de los árboles, vimos que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volava hacia nosotros tirado por una docena de caballos alados, cada uno del tamaño de un elefante.

—¡El lago!— gritó Lee Jordan.

Ya habían terminado de bajar todos los alumnos de Beauxbatons y su increíblemente enorme directora. Y para mi mala suerte los de Durmatrang ya estaban llegando.

Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas y por último surgió del medio del lago un remolino.  Del centro del remolino comenzó a salir muy despacio lo que parecía un asta negra, y luego se vieron las jarcias.

—¡Es un mástil!— exclamó Harry.

Lenta y majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua.

—Gracias a Dios— dije susurrando.

Ya estábamos sentados en las respectivas mesas de las casas. Los de Durmstrang por poco se sientan aquí, pero al final se fueron con los de Slytherin, y los de Beauxbatons con los Reavenclaw.

Ya había visto a Logan. No voy a mentir, se ve mucho mejor que la última vez que lo vi. Yo solo esperaba que el no notara mi presencia...

Ron y Harry estaban bien atentos a los de Durmstrang, al parecer Viktor Krum aún va a la escuela, y adivinen qué ¡Está aquí! Fantástico...

Una vez que entraron todos los alumnos al Gran Comedor y se sentaron a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores. Los últimos en la fila eran el profesor Dumbledore, el profesor Karkaroff (el director de Durmstrang) y madame Maxime (la directora de Beauxbatons)

Madame Maxime se sentó a la izquierda de  Dumbledore en una de las dos sillas que habían de ese lado, y Karkaroff se sentó a la derecha del de barbas blancas, dejando una silla vacía también a su lado.

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas, y muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes— dijo Dumbledore con una sonrisa —Es para mí un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia aquí les resulte al mismo tiempo confortable y placentera.

Una de las chicas de Beauxbatons profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.

—El Torneo quedará oficialmente inaugurado al final del banquete— explicó Dumbledore —¡Ahora los invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvieran en su casa!

—¿Lo viste?— preguntó Hermione en un susurro. Asentí —Idiota.

—¿Quien es el idiota?— preguntó Ron con la boca llena de comida.

—Tu si no dejas de meterte en conversaciones ajenas— respondió Hermione enojada.

Justo en ese momento, se adentraban en el comedor Ludo Bagman, quien se sentó junto al profesor Karkaroff, y el señor Crouch, este ocupó el asiento que había a un lado de madame Maxime.

Una vez limpios los platos de oro, Dumbledore volvió a levantarse.

—Llegó el momento— anunció Dumbledore —El Torneo de los Tres Magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traiga el cofre.

—¿El qué?— murmuré.

Ron se encogió de hombros.

—...solo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a sguir. Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante los últimos meses en los preparativos del Torneo de los Tres Magos, y estarán conmigo, con el profesor Karkaroff y con madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.

Luego de que Dumbledore se lo pidió, Filch se acercó a él con una caja de madera con joyas incrustadas. Precía extremadamente vieja.

—Habrá tres pruebas, espaciadas en lo que queda del año escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes. Los participantes recibirán un puntaje que dependerá de la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas, y el campeón que después de la tercera prueba haya obtenido el puntaje más alto se alzará con la Copa de los Tres Magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó tres veces en la parte superior del cofre que Filch había puesto anteriormente en una mesita frente a él. La tapa se levantó y Dumbledore introdujo la mano para sacar un gran cáliz de mdera tallada. Estaba lleno de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.

—Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un pedazo de pergamino y echarlo al cáliz— explicó Dumbledore —los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para postularse. Mañana por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones. Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumba a la tentación, trazaré una raya como límite de edad alrededor del cáliz una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo.

Los gemelos, que estaban a unaos pocos asientos de distancia, se dieron miradas complices junto a Lee. Esto no saldría nada bien...