12 Despedida de Soltero

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Los pies de ese árbol en el punto intermedio entre la casa Cullen y la reserva era el testigo de los besos entre risas y abrazos de ambos enamorados

- Ya te echo de menos.

- No tengo por qué irme. Puedo quedarme...

- Mmm...

Durante un buen rato se hizo un silencio sólo roto por el golpeteo de su corazón, rítmico como el de un tambor, de Jacob, la cadencia desacompasada de su respiración y el susurro de sus labios mientras se movían de forma sincronizada.

Algunas veces le era tan fácil olvidar que besaba a un vampiro. No porque pareciera corriente o humano, ya que no podía olvidar ni por un segundo que tenía entre sus brazos a alguien más parecido a un ángel que a un hombre, sino porque Jacob hacía que pareciera natural tener sus labios contra los suyos, contra su rostro y su garganta.

Abrío los ojos y encontró los suyos abiertos también, clavados en el rostro propio. Nada parecía tener sentido cuando se miraban de esa manera, como si el otro fuera el premio, en vez de la afortunado ganador por pura chiripa.

Sus miradas se entrelazaron durante un momento; sus ojos dorados eran tan profundos que imagino estar mirando en realidad el mismo centro de su alma. Le parecía una sandez de tomo y lomo lo que le había contado sobre alguna vez se hubiera puesto en tela de juicio la existencia misma de su alma, incluso a pesar de que él fuera un vampiro, pues no conocía un ánima más hermosa que la suya, más aún que su mente aguda, su semblante inigualable o su cuerpo glorioso.

Le devolvió la mirada como si él también estuviera viendo su alma, y no solo su mente, y como si le gustara lo que veía.

Edward acerco su rostro al del lobo otra vez.

- Definitivamente me quedo — murmuró un momento más tarde.

- No, no. Es tu despedida de soltero — susurro Jacob contra sus labios — Debes ir.

Dijo las palabras, pero el brazo derecho se trabo debajo de sus axilas, mientras presionaba la izquierda con fuerza contra la parte más estrecha de su espalda. Edward le acarició la cara con esas manos heladas suyas.

- Las despedidas de soltero están diseñadas para quienes se entristecen por el fin de sus días de libertad — murmuro Edward —. Y yo no podría desear más el dejarlos a mi espalda. Así que realmente no tiene mucho sentido.

- Eso es verdad — suspiro Jacob contra la piel de su garganta, fría como el invierno.

Estaban acurrucados a los pies de unos árboles del bosque con el que colindaba la casa Cullen, tan entrelazados como era posible, considerando que Jacob solo vestía un short corto. Una mano se deslizo por la cintura del vampiro mientras unos labios atacaban suavemente su cuello

Jacob deslizo la mano por su pecho ancho, recorriendo los tan bien trabajados músculos de su estómago, maravillándose. Le atravesó un ligero estremecimiento y su boca buscó la del vampiro de nuevo. Con cuidado, dejo que la punta de mi lengua presionara su labio liso como el cristal, y él suspiró. Su dulce aliento sopló, frío y delicioso, sobre el rostro del lobo.

Edward comenzó a apartarse, ya que ésta era su respuesta automática cuando decidía que las cosas estaban yendo demasiado lejos y su reacción refleja, a pesar de que él era quien más deseaba continuar. Edward había pasado la mayor parte de su vida rechazando cualquier tipo de satisfacción física. Sabía que ahora le aterrorizaba cambiar esos hábitos.

- Espera — dijo Jacob, abrazando su cintura con fuerza —. Lo prometí y lo cumpliré. Soy un caballero — y Edwards se echó a reír entre dientes — no me crees

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