55 En Compañía

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Aunque estaban al corriente de la regla sobre los niños inmortales, ni Peter ni Charlotte habían visto jamás a uno, de modo que su reacción negativa no fue tan violenta como la de los vampiros de Denali al principio. Habían permitido la «explicación» de los niños por pura curiosidad, y eso fue todo. En esos momentos estaban tan comprometidos con la tarea de servir de testigos como la familia de Tanya.

Carlisle había enviado amigos desde Irlanda y Egipto.

El primero en llegar fue el clan de los irlandeses y fueron sorprendentemente fáciles de convencer. Siobhan era su líder: una mujer de inmensa presencia y cuerpo enorme y tan hermoso como hipnótica su forma de moverse con aquellas suaves ondulaciones. Pero tanto ella como su compañero de rostro duro, Liam, estaban más que acostumbrados a confiar en el juicio del miembro más joven del aquelarre. La pequeña Maggie, con sus elásticos rizos pelirrojos, no tenía una presencia física tan imponente como los otros dos, aunque poseía el don de saber cuándo se le mentía y sus veredictos nunca se discutían. Maggie declaró que Edward decía la verdad, así que Siobhan y Liam aceptaron la historia incluso antes de tocar a Renesmee.

Amun y los otros vampiros egipcios fueron harina de otro costal. A pesar de que los dos miembros más jóvenes de su aquelarre, Benjamín y Tía, quedaron convencidos por la explicación de Renesmee, Amun rehusó tocarla y ordenó a su aquelarre que se marchara. Benjamín, un vampiro extrañamente jovial que parecía apenas mayor que un niño y tan seguro de sí mismo como despreocupado, persuadió a Amun de que se quedara con unas cuantas amenazas sutiles de disolver su alianza. El cabecilla del aquelarre no se marchó, pero continuó negándose a tocar a Renesmee y no permitió que tampoco lo hiciera su compañera, Kebi.

Parecía un grupito insólito, aunque todos los egipcios tenían un aspecto similar, con su pelo del color de la medianoche y aquella palidez olivácea, tanto que habrían pasado por ser una verdadera familia biológica. Amun era el miembro más antiguo y el líder indiscutido. Kebi estaba tan pegada a él que parecía su propia sombra y nunca se le oyó decir ni una sola palabra. Tía, la compañera de Benjamín, era también una mujer tranquila, aunque cuando hablaba lo hacía con una gran clarividencia y circunspección. Aun así, Benjamín parecía la persona en torno a la cual giraba todo, como si ejerciera algún tipo de magnetismo invisible del cual los demás dependían para mantener el equilibrio. Eleazar miraba al chico con ojos abiertos como platos y Jacob supuso que tenía un talento que atraía a los otros hacia él.

- No es eso — le contó Edward a Jacob cuando estuvieron a solas esa noche —. Su don es tan singular que a Amun le aterroriza perderlo. Igual que nosotros planeamos mantener a los gemelos fuera del conocimiento de Aro, él ha intentado reservarlo apartado de su atención — suspiró —. Amun creó a Benjamín a sabiendas de que iba a ser especial.

- ¿Y qué es lo que hace?

- Algo que Eleazar no había visto nunca antes. Algo de lo que nunca habíamos oído hablar siquiera. Algo contra lo que tampoco el escudo de Bella podría hacer nada — dijo Edward y Jacob rumio ante la mención de la chica —. Puede influir en los elementos de la naturaleza: tierra, viento, agua y fuego. Hablamos de una manipulación física real, nada de ilusiones de la mente. Benjamín aún está experimentando con ello y Amun pretende moldearlo para convertirlo en un arma, pero ya ves lo independiente que es, no permite que nadie le use.

- A ti te gusta — deduje del tono de su voz.

- Tiene un sentido muy claro del bien y del mal y por supuesto, me gusta su actitud, no él.

- Más te vale — dijo Jacob abrazándolo por la cintura mientras asaltaba su boca y le acariciaba los glúteos antes de caer en la cama

La actitud de Amun era otra cosa, él y Kebi se mantenían muy reservados, aunque Benjamín y Tía iban en buen camino de hacer grandes amigos entre los de Denali y los aquelarres irlandeses. Esperaba que el regreso de Carlisle relajara la evidente tensión del vampiro egipcio.

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