49 El Futuro

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Los ojos de Alice no pestañearon, pero fue como si un velo los hubiera cubierto, quedaron completamente inexpresivos. Sólo su boca mantenía aquella expresión horrorizada.

- No tardarán mucho — replicaron Alice y Edward a la vez. Y luego ella habló sola —. Hay nieve en el bosque y en la ciudad. En poco más de un mes.

- ¿Por qué? — Carlisle fue el que preguntó esta vez.

- Debe haber una razón. Quizá si supiéramos... — dijo Esmes

- No tiene nada que ver con el matrimonio — repuso Alice con la voz cavernosa —. Vienen todos: Aro, Cayo, Marco, todos los miembros de su guardia, incluso sus esposas.

- Ellas nunca abandonan la torre — le contradijo Jasper con voz monótona —. Jamás, ni siquiera durante los años de la rebelión del sur. Ni cuando los vampiros rumanos intentaron derrocarlos. Ni cuando fueron a cazar a los niños inmortales. Jamás.

- Pues dicen que ahora sí vienen — murmuró Jacob.

- Pero, ¿por qué? — repitió Carlisle de nuevo —. ¡No hemos hecho nada! Y si lo hemos hecho, ¿qué puede ser que justifique todo eso?

- Somos tantos — respondió Rosalie desanimado —, que querrán asegurarse de que... — no terminó la frase.

- ¡Eso no explica la cuestión crucial! ¿Por qué?

Entonces Edward comprendió que él sí conocía la respuesta a la pregunta de Carlisle, y que al mismo tiempo no la conocía. Renesmee y Elijah eran la razón, de eso estaba seguro. De algún modo había sabido desde el mismísimo principio que vendrían a por ellos. El subconsciente se lo había advertido a Jacob, y él lo había visto en su mente antes incluso de que se enterara de que los traería al mundo. Sin saber por qué, ahora le parecía que debían haber esperado este movimiento. Como si de alguna manera hubiera sabido desde siempre que los Vulturis tenían que venir a llevarse su felicidad.

Pero aun así eso no respondía la pregunta.

- Ve hacia atrás, Alice — le suplicó Jasper —, busca lo que ha ocasionado esto, busca — La interpelada sacudió lentamente la cabeza, con los hombros hundidos.

- Ha venido de la nada, Jazz. No les estaba buscando a ellos, ni siquiera a nosotros, sólo rastreaba a Irina. Ella no estaba donde yo esperaba que estuviera... — la voz de Alice se desvaneció, con los ojos perdidos de nuevo. Se quedó mirando a la nada durante un segundo largo.

Y entonces alzó la cabeza con brusquedad, los ojos tan duros como el pedernal. Se escuchó cómo Edward contenía el aliento.

- Ella decidió dirigirse a ellos — informó Alice —, Irina acudió a los Vulturis. Y entonces ellos resolvieron... Es como si la hubiesen estado esperando. Como si ya hubieran tomado la decisión, y sólo aguardaran por ella...

Se hizo el silencio de nuevo mientras digerían la información. ¿Qué les habría dicho Irina a los Vulturis que diera lugar a la visión atroz de Alice?

- ¿Podemos detenerla? — preguntó Jasper.

- No hay forma. Ya casi ha llegado.

- ¿Qué está haciendo? — preguntó Carlisle, pero Edward ya no prestaba atención a la discusión. Estaba concentrado en la imagen que de un modo tan doloroso se enseñoreaba de su mente.

Recordó a Irina acuclillada en el acantilado, observando al acecho. ¿Qué era lo que había visto? Un vampiro y un licántropo en términos de estrecha amistad. Se había concentrado en esa imagen, una que habría explicado de manera lógica su reacción. Pero eso no era todo lo que ella había visto.

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