41 Juntos de Nuevo

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Edward dudó, muy consciente de cómo el aliento de Jacob le rozaba la mejilla, enviando chispas eléctricas por toda la piel.

- Lo recuerdo... muy borroso. Me acuerdo de que el bebé no podía respirar... — y miró a Jacob de repente asustado por la imagen.

- Sanos y muy bien — le prometió, con un resplandor que jamás había visto en sus ojos. Lo dijo con un sencillo fervor, como con reverencia. Del mismo modo que la gente devota habla de sus dioses —. ¿Qué recuerdas después de aquello?

Edward se concentró en mantener cara de póquer.

- No es fácil acordarse. Había una completa oscuridad. Y entonces... abrí los ojos y pude volver a verlo todo.

- Sorprendente — musitó Carlisle, con los ojos iluminados.

El disgusto invadió a Edward. Tenía que encontrar la manera de avisar a Carlisle. Algún día, por si necesitaba crear algún nuevo vampiro. Esa posibilidad parecía muy lejana, lo que lo hizo sentir mejor a pesar de la mentira que acababa de contar.

- Quiero que pienses, que me cuentes todo lo que recuerdes — lo presionó Carlisle, entusiasmado, y Edward no pudo evitar la mueca que recorrió su rostro. No quería seguir mintiéndole a su padre, y menos frente a Jacob. Además no deseaba pensar en la quemazón. A diferencia de su primera vez, esa parte estaba muy clara y encontró que podía recordarla con una precisión más que indeseada —. Oh, lo siento tanto, Edward — se disculpó Carlisle con rapidez —. Seguro que tienes que sentirte muy incómodo con la sed. Esta conversación puede esperar.

Hasta que él no lo mencionó, no recordaba tener sed. Pero la suposición de Carlisle trajo esa quemazón a la parte central de su mente. De pronto, no fue capaz de pensar más que en el dolor y la sequedad, y cuanto más lo contemplaba, más le dolía. Su mano voló hacia su garganta, donde se pegó, adaptándose a ella, como si pudiera sofocar de ese modo las llamas desde el exterior.

Jacob dejó caer los brazos y le tomó de una mano, tirando de ella con ternura.

- Vamos a cazar, Edward. Como en la isla Esmes

Los ojos se le abrieron como platos al vampiro y el dolor de la sed cedió, mientras la sorpresa lo sustituía. ¿Juntos? ¿Cazando? ¿Cómo en la isla Esmes? Pero... ¿y si perdía el control?

Jacob leyó la alarma en su expresión y sonrió dándole ánimos.

- Ya lo hicimos antes, amor, y nos fue muy bien ¿no? — dijo Jacob al ver que no su esposo no se movía, compuso esa sonrisa torcida suya y alzó las cejas —. Me encantaría volver a verte cazando.

Edward de echó a reír con una súbita explosión de buen humor mientras sus palabras le recordaban una nube brumosa de hechos. Y le llevó todo un segundo recorrer en su mente aquellos días en la isla Esmes, el verdadero comienzo de su vida, de modo que no los olvidara nunca. No había esperado que le resultara tan cómodo recordar.

- ¿Vamos? — preguntó Jacob, y alzó la mano para tomar la suya, que aún reposaba en su cuello. Sus dedos le repasaron la garganta —. No quiero que le hagas daño a nadie — añadió en un murmullo sordo. Un murmullo que antes nunca hubiera logrado escuchar.

- Estoy bien — contesto Edward —. Espera. Primero hay algo...

Sin embargo había algo que necesitaba saber con suma urgencia, y fue Carlisle el primero en darse cuenta

- ¿Pasa algo Edward?

- Quiero verlo, a Elijah.

Era extrañamente difícil decir su nombre. «Mi hijo», estas palabras resultaban incluso complicadas de pensar. Todo parecía tan lejano. Intentó recordar cómo se había sentido hacía tres días, y de modo automático su mano se liberó de la de Jacob y se posó sobre su vientre.

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