42 La Promesa

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Edward intentó no entrar en pánico mientras se quedaba en la mitad de una inspiración. Lo único que se movía en su rostro eran los ojos, girando de forma instintiva para encontrar la fuente de aquel sonido.

Seth estaba en la línea donde el bosque tocaba el prado de los Cullen, con los brazos cruzados sobre el cuerpo y la mandíbula apretada con fuerza. Invisibles detrás de él. Edward escuchó un corazón más y el ligero crujido de los helechos bajo unas patas enormes, que caminaban impacientes de un lado para otro.

- Ten cuidado, Seth — le advirtió Jacob. Un rugido se alzó en el bosque para corear la preocupación que denotaba su voz —. Quizás ésta no sea la mejor manera...

- ¿Crees que es mejor dejarlo que se acerque primero a los bebés? — le interrumpió Seth —. Es más seguro ver cómo se las apaña Edward conmigo. Me curo rápido.

Edward entendió que eso era una prueba para ver si no mataba a Seth antes de encontrarse con Renesmee y Elijah. El vampiro se sintió extrañamente mareado..., pero esto no tenía nada que ver con su estómago sino sólo con su cerebro ¿Acaso eran trillizos y faltaba que naciera otro bebe? ¿Había sido esto idea de Jacob?

Edward vio en el rostro del chico mucha ansiedad. Jacob pareció deliberar durante un momento, pero entonces su expresión se torció para preocuparse por algo más. Se encogió de hombros y una corriente sumergida de hostilidad tiñó su voz cuando replicó:

- Es tu cuello lo que te juegas, supongo. Solo quiero quede muy claro que no tengo nada que ver para cuando Sue me quiera matar — dijo Jacob y el gruñido del bosque se volvió más furioso esta vez; Leah, sin lugar a dudas.

"¿Qué pasaba con Jacob?" pensó Edward. Después de todo por lo que habían pasado, debería haber sido un poco masa agradecido, después de todo era su mejor amigo. Lo que no entendía era porqué se ofrecía como una prueba para proteger a Elijah y a Renesmee? Nada de esto tenía sentido para él.

Entonces dejó salir su sonrisa familiar, la sonrisa de un amigo de verdad, y Edward estuvo seguro de que su amistad estaba intacta. Era como siempre, como si no se hubiese puesto en peligro a sí mismo y a Jacob al embarazarse. Todo fácil y normal. Como si aquel día que se había enterado de su embarazo no hubiese ido a la mansión dispuesto a matarlo para honrar el tratado. Era sólo su amigo, de la manera en que todo debía ser.

Sin embargo, aún no le veía sentido a lo que estaba haciendo. ¿De verdad era tan poco egoísta que intentaría proteger a Jacob, a riesgo de su vida, de hacer algo que lamentaría para siempre? Esto iba mucho más allá de la mera tolerancia por su nueva alianza, o una manera milagrosa de poder mantener su amistad. Seth era una de las personas con el alma más pura que había conocido, pero esto resultaba excesivo para aceptarlo de cualquiera.

Su sonrisa se amplió, y se estremeció ligeramente.

- Tengo que decirlo, Edward. Eres un verdadero espectáculo para friquis — dijo Seth con la sonrisa más amplia de todas

- ¡Hey! — gruño Jacob.

El viento sopló a sus espaldas y Edward pudo llenar rápidamente los pulmones con aire limpio de modo que logró responderle.

- Qué va, tiene razón. Los ojos sí que lo son, ¿verdad?

- Realmente espeluznantes, pero no tienes tan mala pinta como pensé — dijo Seth — pensé que volverías a ser... tú ya sabes

- Oye... ¡Gracias por ese cumplido tan asombroso! — y Seth puso los ojos en blanco.

- Ya sabes lo que quiero decir. Sigues pareces tú, más o menos. No es tanto el aspecto que tienes como que... sigues siendo Edward — le sonrió otra vez sin rastro de amargura ni resentimiento en ninguna parte de su rostro. Entonces se echó a reír entre dientes y dijo —. De todas formas, supongo que pronto me acostumbraré a los ojos.

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