64 Juicio

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Aro anduvo con ademanes pensativos. Parecía levitar sobre la nieve más que pisarla. Cada paso le acercaba más y más a su guardia, Seth bien que se dio cuenta.

- Los niños son únicos, singularmente únicos. Sería un despilfarro acabar con una criatura tan adorable, sobre todo cuando podríamos aprender tanto de ellos... — suspiró, simulando una gran renuencia a continuar —. Pero existe un peligro imposible de ignorar, así de simple.

Nadie respondió a esta afirmación. Reinó un silencio sepulcral hasta que decidió retomar el monólogo. Daba la impresión de estar hablando para sí mismo.

- Resulta irónico que cuanto mayores son los logros técnicos del ser humano y más afianzan su dominio del planeta, más lejos estamos de ser descubiertos. Nos hemos convertido en criaturas más desinhibidas gracias a su incredulidad ante lo sobrenatural, pero la tecnología ha reforzado a los hombres hasta el punto de que serían capaces de amenazarnos y destruir a algunos de nosotros en caso de proponérselo.

»El secreto ha sido durante miles y miles de años una cuestión de conveniencia y comodidad más que de verdadera seguridad. Este último siglo tan belicoso ha alumbrado armas de tal potencia que ponen en peligro incluso a los inmortales. Ahora, nuestra condición de simples mitos nos protege de verdad de las criaturas que cazamos».

»Intuimos el potencial de esta criatura tan... sorprendente — alzó la mano para luego bajar la palma como si la apoyara sobre el hombro de ambos niños, aunque él se hallaba a cuarenta metros en ese momento, casi en el seno de la formación Vulturis de nuevo —. Ellos sabe con absoluta certeza que siempre van a poder permanecer oculta tras el velo de oscuridad que nos protege, pero nosotros nada sabemos sobre qué clase de criatura van a ser ellos en su edad adulta. Hasta sus propios padres están llenos de dudas. No hay forma de conocer cuál será su naturaleza al crecer — hizo una pausa para mirar primero a los testigos de los Cullen y luego, y de un modo muy elocuente, a los suyos. Imitaba muy bien el tono de voz de quien está desgarrado por el contenido de su discurso. Sin apartar los ojos de su auditorio, prosiguió — : Únicamente lo conocido es seguro y aceptable. Lo desconocido es... vulnerabilidad.

La sonrisa de Cayo se ensanchó de forma maliciosa.

- Ahora estás mostrando tu juego, Aro — dijo Carlisle con voz sombría.

- Haya paz, amigo. No nos precipitemos — una sonrisa cruzó el rostro de Aro, tan amable como siempre —. Contemplemos el problema desde todos los ángulos.

- ¿Puedo sugerir uno a tu consideración? — solicitó Garrett en voz alta tras adelantarse un paso.

- Nómada... — dijo Aro, asintiendo en señal de autorización.

Garrett levantó la barbilla, miró de frente al círculo de testigos situados al final del prado y dirigió a ellos su alocución.

- He venido aquí a petición de Carlisle en calidad de testigo, al igual que los demás — empezó —, y en lo tocante a los niños eso ya resulta innecesario. Todos vemos qué son.

»Me he quedado para ver algo más, a ustedes, señaló con el dedo a los desconfiados vampiros. Conozco a dos de ustedes, Makenna y Charles, y compruebo que muchos otros son vagabundos y azotacalles, como yo. No responden ante nadie. Sopesen con cuidado mis palabras.

»Los antiguos no han venido aquí a impartir justicia como les han dicho. Muchos lo sospechábamos y ahora ha quedado probado. Acudieron aquí mal informados, cierto, pero se presentaron porque tenían un pretexto válido para desencadenar la ofensiva. Ser testigos ahora de la debilidad de sus excusas a la hora de continuar su misión. Reparen en sus esfuerzos para encontrar una justificación a su verdadera intención: destruir a esa familia de ahí.

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