48 Planes de Viaje

880 52 6
                                    


Ni Jacob ni Edward supieron que Alice les había enviado un anuncio de boda a los Vulturis hasta que les llegó el regalo de Aro. Estaban muy lejos, en la isla Esme, cuando Alice había tenido una visión de Jane y Alec, los gemelos de poderes devastadores, con otro grupo de soldados. Cayo planeaba enviar una partida de caza para comprobar si esa unión representaba un peligro para su especie, algo que iba en contra de su edicto, porque Jacob debía convertirse o ser silenciado de forma permanente ante la amplitud de sus conocimientos sobre el mundo de la noche. Así que Alice había enviado el anuncio por correo en previsión de que esto retrasara su actuación, mientras ellos descifraban el significado que esto ocultaba. Pero vendrían en algún momento. Eso era cierto.

El regalo en sí no era una abierta amenaza. Extravagante, sí, casi atemorizador en su misma excentricidad. La advertencia estaba en la frase de despedida de la felicitación de Aro, escrita de su puño y letra con tinta negra en un cuadrado de pesado papel blanco:

Aspiro con deleite a ver al nuevo señor Cullen en persona.

Jacob había rezongado que no había "un nuevo señor Cullen" sino Black, lo que había derivado en grandes carcajadas de parte de Rosalie y Emmett, que fueron secundadas por Seth.

El regalo venía presentado en una antigua caja de madera elaboradamente tallada, grabada con oro y madreperla y adornada con un arco iris de gemas. Según Alice, la caja en sí misma era un tesoro de valor incalculable que podría haber oscurecido a cualquier pieza de joyería que fuera allí dentro.

- Siempre me he preguntado por el paradero de las joyas de la corona después de que Juan de Inglaterra las empeñara en el siglo XIII — comentó Carlisle —. Supongo que no me sorprende que los Vulturis tomaran parte en ello.

La cadena de oro era sencilla, con eslabones en forma de escamas, imitando a una suave serpiente que podía enrollarse alrededor del cuello. De ella colgaba una joya: un diamante blanco del tamaño de una pelota de golf.

El poco sutil recordatorio de la nota de Aro le interesó a Edward más que la misma joya. Los Vulturis necesitaban cerciorarse de que Jacob no hablaría y de la obediencia de los Cullen, y no tardarían en querer comprobar ambos aspectos. Y Edward no deseaba verlos cerca de Forks, por lo que sólo había una manera de mantener sus vidas allí a salvo.

- No vas a ir solo — había insistido Jacob entre dientes, con las manos cerradas en forma de puños.

- No me harán daño — replico Edward en el tono de voz más tranquilizador que pudo improvisar, forzándola a que sonara segura —. No tienen motivos para eso, soy un vampiro. Caso cerrado.

- No. No, ni hablar.

- Jacke, es la única manera de proteger a los niños.

Y él no había sido capaz de argumentar en contra de esto. La lógica de su esposo era clara como el agua.

Durante el periodo de tiempo que había conocido a Aro, Edward se había dado cuenta de que su naturaleza era la del coleccionista, y sus piezas más valoradas eran las vivas. Codiciaba la belleza, el talento, y la rareza en sus seguidores inmortales más que cualquier joya que pudiese atesorar bajo las bóvedas de su hogar. Ya era suficientemente desafortunado que ambicionara las capacidades de Alice y las suyas, no quería darle más razones para que estuviera celoso de la familia de Carlisle. Renesmee y Elijah eran hermosos, tenía dones y eran únicos, sólo existían ellos en su especie. Él no debía verlos ni siquiera a través de los pensamientos de otro.

Alice no preveía ningún problema en el viaje de su hermano, pero le preocupaba la poca definición de sus visiones. Decía que a veces percibía algo brumoso cuando había decisiones externas que podrían entrar en conflicto, pero que aún no habían sido resueltas con solidez. Esta falta de certeza hacía que Jacob, ya vacilante, se opusiera de modo resuelto al propósito de su esposo. Jacob quería acompañarlo hasta que hiciera la conexión en Londres, pero Edward no deseaba dejar a sus hijos sin ambos padres, así que Carlisle vendría en su lugar. Esto relajó un tanto a la pareja, el saber que Carlisle estaría a unas pocas horas de distancia.

JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora