67 Y vivieron felices y comieron perdices

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El aquelarre de Denali fue el último en emprender la partida. Garrett se marchaba en su compañía, y allí se iba a quedar, de eso Jacob estaba bastante seguro. Ni Tanya ni Kate soportaban la atmósfera de júbilo imperante. Necesitaban tiempo para lamentar la pérdida de su hermana.

Huilen y Nahuel fueron los únicos en quedarse, pese a que Jacob y Seth, esperaban que se hubieran marchado con las amazonas. Carlisle se sumió en una intensa conversación con Huilen, y estaba fascinado. Nahuel permanecía sentado junto a ella, escuchando mientras Edward contaba a los demás el resto de la historia del conflicto, cuyas interioridades sólo conocía él.

- Alice le facilitó a Aro la excusa necesaria para abandonar la lucha. Probablemente, habría seguido adelante con su plan original de no haber estado tan aterrado por Bella.

- ¿Aterrado ese...? ¿De mí? — dijo la chica, muy escéptica.

El vampiro le dedicó una sonrisa mientras le lanzaba una mirada que Bella no reconoció del todo; era tierna, pero también con una nota de sobrecogimiento e incluso de exasperación. Luego, siguió hablando

- Los Vulturis no han librado una lucha limpia en veinticinco siglos, y nunca, nunca jamás, han combatido en una batalla donde estuvieran en posición de desventaja, en especial desde que Jane y Alec se incorporaron a sus filas. Sólo han tomado parte en masacres sin oposición.

- ¿De verdad? — dijo la chica intrigada

- Deberían haber visto qué aspecto ofrecíamos a sus ojos — dijo Edward emocionado —. Alec priva a las víctimas de los sentidos y los sentimientos mientras se celebra el simulacro de juicio. Así nadie se puede ir cuando se anuncia el veredicto. Pero nosotros seguíamos allí: preparados, alerta y en superioridad, y teníamos dones sobrenaturales de nuestra parte mientras que Bella anulaba los suyos.

- Aro no se veía muy feliz — dijo Seth entre risas

- Él sabía que, al tener a Zafrina de nuestro lado, eran ellos quienes iban a quedarse ciegos en cuanto comenzara el combate — le respondió Edward —. Estoy seguro de que habríamos sufrido unas pérdidas terribles, pero las suyas no habrían sido menores, y existía una alta posibilidad de que ellos perdieran. Nunca antes se habían enfrentado a esa eventualidad y no estaban dispuestos a hacerlo ahora.

- Resulta difícil sentirte cómodo cuando estás rodeado por hombres lobo del tamaño de un caballo — espetó Emmett mientras palmeaba el brazo de Seth.

Éste le devolvió una enorme sonrisa.

- Lo primero que les detuvo fueron los lobos — dije Bella.

- Por supuesto — coincidió Seth.

- Totalmente de acuerdo — admitió Edward —. Ésa era otra imagen que jamás habían presenciado. Los verdaderos Hijos de la Luna no se mueven en manadas y no suelen tener mucho control de sí mismos. Diecisiete enormes lobos disciplinados era una sorpresita para la que no estaban preparados. De hecho, a Cayo le aterran los licántropos. Estuvo a punto de perder en un enfrentamiento con uno de ellos hace unos miles de años, y no lo ha olvidado jamás.

- Entonces, ¿existen hombres lobo de verdad, de los que se transforman con la luna llena y a los que les afectan las balas de plata? — quiso saber Bella.

- ¿Hombres lobo de verdad? — Jacob gruñó — Entonces, ¿yo que soy, irreal?

- Ya sabes lo que quiero decir.

- Lo de la luna llena sí es cierto; lo de las balas de plata, no — le explicó Edward —. Los hombres lo incluyeron luego en los mitos con la finalidad de que pudieran creerse que tenían una oportunidad. No quedan muchos, la verdad, pues Cayo los ha cazado hasta su práctica extinción.

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