47 Brillante

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Edward había cruzado la puerta casi antes de que sus carcajadas hubieran empezado, cubriendo el espacio de un salto y alzándolos del suelo en un solo segundo. Se sonrieron con ganas los tres.

Habían cambiado, pero no mucho. Eran un poco más altos, y sus proporciones se iban transformando de las propias de un bebé a las de unos niños. El pelo les había crecido casi un centímetro, y sus rizos saltaban como muelles con cada movimiento. Edward había dejado su imaginación suelta en el camino de vuelta a la casa y se había imaginado todo peor de lo que lo había encontrado. Gracias a sus miedos exagerados, estas alteraciones le supusieron casi un alivio. Incluso sin tener en cuenta las mediciones de Carlisle, estaba seguro de que los cambios habían sido más lentos que los del día anterior.

Renesmee le palmeó la mejilla y Edward se estremeció. Tenía hambre otra vez.

- ¿Cuánto tiempo llevan levantados? — pregunto Edward mientras Jacob desaparecía a través del umbral de la puerta de la cocina. Estaba seguro de que él había ido a buscarle su desayuno, ya que sabía sus horarios mejor que el vampiro.

- Sólo unos cuantos minutos — repuso Rose —. Los íbamos a llamar. Han estado preguntando por ti, aunque «exigiendo» sería una descripción más acertada. Esme ha sacrificado su segundo mejor servicio de plata para mantener a estos pequeños monstruo entretenidos — Rose sonrió a Elijah con un afecto tan lleno de deleite que la crítica quedó sin sentido —. No queríamos... esto... molestarlos.

Rosalie se mordió el labio y apartó la mirada, intentando no echarse a reír. Edward pudo sentir las carcajadas silenciosas de Emmett a sus espaldas, enviando las vibraciones a través de los cimientos de la casa.

Mantuvo la barbilla alzada.

- Pronto tendremos preparada sus habitaciones en la cabaña — le dijo Edward a los gemelos —. Les va a gustar mucho. Es un sitio mágico — alzo la mirada hacia Esme —. Gracias, Esme, muchísimas gracias. Es absolutamente perfecta — pero antes de que ella respondiera, Emmett se puso a reír de nuevo, pero esta vez no fue en silencio.

- Ah, pero ¿aún continúa en pie? — se las apañó para decir entre carcajadas —. Habría jurado que, a estas alturas, la habrían reducido a escombros. ¿Qué estuvieron haciendo anoche? ¿Discutiendo los detalles de la deuda nacional? — se puso a aullar de la risa.

Edward apretó los dientes y se recordó a sí mismo las consecuencias negativas que tuvieron lugar el día anterior, cuando dejó libre su temperamento. Aunque claro, Emmett no era tan vulnerable como Seth...

Al pensar en él acudieron unas cuantas preguntas a su mente.

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La vida de Billy Black se había vuelto algo aburrida desde la boda de su hijo menor, pero era feliz sabiendo que su hijo era feliz. Si bien aún no los conocía, sabía que tenía dos hermosos nietos. Elijah y Renesmee. Jacob le había dicho que en cuanto pudiera los llevaría a la reserva para que los conociera personalmente

La amistad con Charlie Swan se había enfriado bastante desde el día del compromiso de Jack y Edward, pero era algo inevitable y un precio razonable a cambio de la felicidad de su hijo.

Se escucharon las llantas de un automóvil en la entrada de la casa por lo que salió a ver de qué se trataba. Él no era el hombre más conocedor de automóviles pero sabía reconocer cuando tenía el emblema de Ferrari frente a él, al igual que todos los curiosos que estaban cerca.

La puerta del F430 Spider se abrió y de él bajo nada menos ni nada más que su hijo, con la sonrisa más radiante de todas

- ¡Jacke! — susurro el anciano emocionado conteniendo sus lagrimas

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