𝙸𝚗𝚘𝚌𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊

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Pov. Sirius Black

"El Profeta" Se había encargado de esparcir las noticias por todo el mundo mágico. Todos sabían del regreso de Lord Voldemort, la batalla que tuvimos en el Ministerio, el cambio de postura de Fudge y por suerte, también hablaron de mi inocencia.

Dumbledore, me envió una carta pocas horas después de que Fudge, hiciera su declaración sobre mi y con eso, podía salir a la calle, sin temor a ser llevado a Azkaban.

Lo único que quería hacer era visitar a ________, necesitaba verla y escuchar que estaría bien. Tomé una ducha, me vestí y traté de estar lo más presentable posible. Aceptaba que físicamente había cambiado, pero si por suerte despertaba, deseaba parecerle atractivo.

Cómo Regulus llegó a cambiar el ánimo de Kreacher, la comida que preparaba el elfo se volvió buena, como antes y aproveché para desayunar rápidamente.

— ¿Irás a San Mungo?.— Preguntó Remus, aún adormilado.

— Debo estar con ella, Lunático.— Le aseguré y sonreí, solo de pensar en estar cerca de _________.

— ¿Te quedarás todo el día allá?.— Bostezó, sirviéndose una taza de café y yo, negué con la cabeza.

— Iré al Ministerio.— Recordé, haciendo una mueca de fastidio, en verdad no encontraba útil el que se hiciera ese tonto juicio, pues ya habían aceptado mi inocencia.

— ¿Por qué no le dices a Tonks?.— Sugirió algo temeroso, aunque al decir el apellido de mi sobrina, noté que se sonrojó un poco.

— Pensaba en que tú...— Iba a pedirle que fuera a reelevarme unas horas, pero me interrumpió.

— Lo siento, necesito descansar.— Se excusó y acepté, en verdad se veía bastante agotado.

— Está bien.— Dije tranquilamente y me levanté de la silla donde estaba.— Nos vemos.— Me despedí y dí unos cuantos pasos a la chimenea.

Llegué a San Mungo, mis manos sudaban y noté que la mayoría de los visitantes me miraban, algunos más discretos que otros. No les presté más atención y seguí caminando hasta la habitación que me dijo Remus.

Dudé en abrir la puerta, temía verla y darme cuenta que no iba a despertar. Respiré hondo y mientras soltaba el aire de mis pulmones, entré a la habitación.

Mi corazón latía con fuerza, sin embargo, me tranquilizó verla, pues simplemente parecía estar dormida e incluso, tuve cuidado de no hacer ruido, para no despertarla. Cuando caí en cuenta de lo que hacía, reí y caminé hasta llegar a su lado.

— Preciosa.— La saludé, acariciando su rostro con delicadeza.— Estoy aquí, ¿Puedes creerlo?.— Esperé unos segundos, con la absurda esperanza de que abriera los ojos.

Saqué mi varita y aparecí un ramo de sus flores favoritas, tomé un florero que estaba allí y las coloqué cerca de nosotros, al menos así, habría algo de color en el lugar, pues todo era blanco.

— Fudge, va a declararme libre.— Le expliqué, no sabía si me escuchaba o no, o si alguien más ya le había dicho, pero quería que lo escuchara de mi.— Por eso, necesito que abras los ojos, sin ti...— Suspiré angustiado, pensando en que aún podía pasar algo terrible.— Sería peor que seguir encerrado en la casa de mis padres.—

De la chaqueta que Hiram me había regalado el día que nos conocimos, saqué la fotografía que robé de su casa y la dejé cerca de las flores. Lamentaba ser tan ajeno a mi familia, estaba presente y amaba a mi hija, amaba a ________, pero no quise intervenir en las decisiones sobre la educación de Hiram, o sus castigos, no sabía cómo.

Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora