39. El último adiós

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Natalia apenas aparca la camioneta en cuanto hemos entrado al vertedero. Ni siquiera retira las llaves de su sitio, y trabajosamente puede abrir la puerta en el primer intento. Me deja atrás al instante, pues ha echado a correr en dirección a lo más profundo del vertedero. Casi tropieza en un par de ocasiones y aún así es capaz de mantenerse en pie. Se detiene justo frente a un coche viejo y destruido, sólo para mirar en todas direcciones hasta que encuentra lo que está buscando. Debe ser alguna señal que yo no consigo entender o que sólo ella puede ver, pues para mí lo que nos rodea es... sólo chatarra.

Puedo ver la forma en la que sus hombros suben y bajan a causa de su respiración agitada, así como puedo escuchar el sonido de sus exhalaciones forzadas.

Echa a correr nuevamente hasta que al final da con el sitio que vimos en la última foto. A excepción de algunas ligeras modificaciones, la chatarra sigue estando en su sitio. Y hay un poco de basura sobre ese espacio cubierto de césped. Natalia se encarga de limpiar con sus manos temblorosas, lanzando las bolsas de basura y las botellas de cerveza a un lado. Los cristales de las botellas vuelan por todas partes en cuanto ésta se impacta contra el resto de los deshechos. Natalia sólo se deja caer de rodillas sobre el césped y acaricia el terreno con sus manos. Y ya que yo me siento totalmente inutilizada y paralizada, Natalia comienza a escarbar manualmente. Sus dedos perforan el césped con tal desesperación, que temo que vaya a perder sus uñas en el intento. Arranca tanto césped como le es posible, sólo para poder coger la tierra con sus propias manos y apartarla de su camino. La desesperación que desborda de ella es tal que siento que se va a desmayar en cualquier momento.

-¡Alba, ayúdame!-.

Ese grito desesperado me hace caer de bruces frente a ella para coger la tierra con mis manos y apartarla tan rápido como puedo. Esto podría ser más fácil para nosotras si tuviésemos una pala, o si poseyésemos más fuerza. Los dedos de Natalia ya están cubiertos de sangre, pues en efecto la fuerza que aplica comienza a dañar sus uñas. Y el dolor parece no importarle, pues lo único que quiere es... Saber lo que hay debajo de la tierra.

-¡Veo algo, Nat!-.

Una bolsa de basura, de color negro, se asoma finalmente. Natalia trabaja con más rapidez, hasta que al final conseguimos dejar al descubierto ese bulto envuelto en plástico, y que despide un olor nauseabundo. Mi primera reacción es alejarme para cubrir mi nariz, mientras que Natalia sólo cae de espaldas por un instante. Con más desesperación, Natalia vuelve a acercarse al agujero. Saca de sus bolsillos una pequeña navaja con la que hace una abertura en el plástico. El olor es mucho peor ahora que lo que sea está al descubierto. Natalia tira de ambos extremos del plástico para abrir lo suficiente el espacio y... Y sólo veo cómo se contraen sus pupilas.

Casi puedo sentir la forma en la que se estruja su corazón, como si eso estuviese ocurriendo con el mío también.

-N-no... ¡¡No!! ¡¡Noelia...!!-.

Esas simples palabras, esas súplicas desgarradoras, me arrebatan todo el aliento y me hacen sentir que mi mundo entero se desmorona a mis pies. Caigo hacia atrás y sólo cubro mi boca con ambas manos, mientras siento que las lágrimas brotan de mis ojos sin que yo pueda controlarlas.

Natalia mantiene sus manos suspendidas a pocos centímetros del cuerpo de Noelia, sin atreverse a tocar y asegurándose de que yo no pueda verlo. Su llanto es estremecedor.

-¡Noelia, no...! ¿Por qué...? No... ¡No...!-.

Se aleja del agujero y cae de bruces en un vano intento de escapar. Eso activa mi sentido de alerta para hacerme correr hacia ella y colocar mis manos sobre su espalda. Natalia comienza a toser como si faltase aire en sus pulmones. Golpea el suelo hasta que sus manos quedan ensangrentadas. Sus lágrimas son gruesas. Caen sobre el césped cada vez que ella sacude la cabeza, suplicando al destino que todo esto no sea más que una pesadilla.

-Nat....-.

-Q-quiero morirme... A-albi... ¿P-por qué...?-.

Eso me obliga a cogerla por los hombros para hacer que ella pueda mirarme de frente.

-¡No vuelvas a decir algo como eso, Natalia! ¡Noelia no querría que tú pensaras en...!-.

-¡Mírala, Alba...! ¡Es ella..! Yo... Y-yo debí... E-esto es mi culpa...-.

-N-Nat... E-esto no es culpa tuya-.

-¿Por qué ella, Albi...? ¿Qué clase de mundo hace esto? ¡¿Quién hizo esto?!-.

Se abraza a sí misma por un instante y cae de nuevo al suelo. Cubre sus oídos con ambas manos y se deshace en gritos de desesperación que se escuchan entrecortados a causa del llanto. Llama el nombre de Noelia con tal dolor que... que esos sentimientos se contagian en mí. Dirijo una mirada hacia el agujero, sólo para desear al instante no haberlo hecho nunca.

Por suerte Noelia tiene los ojos cerrados.

Es ella, aún a pesar de que su cuerpo ya ha entrado en proceso de desconposición.

Noelia Franco.

¿Por qué...? ¿Por qué ella...?

-¡Noelia...!-.

Natalia sigue suplicando. Aún desahoga su ira contra el césped. Parece que la idea de sentir dolor es lo único que puede hacerla sentir mejor. Y aunque quisiera detenerla, mi propia ira me obliga a coger una botella vacía de cerveza y a lanzarla con fuerza hacia un coche destrozado. Me deshago en un grito que es ahogado por el sonido de los cristales rompiéndose. Caigo de bruces nuevamente, segundos antes de romper en llanto de la misma manera que Natalia. Y a través de mi visión nublada por la gruesa capa de lágrimas, puedo ver la imagen traslúcida del ciervo que nos mira, oculto detrás de los deshechos. El ciervo, entristecido, agacha su cabeza y simplemente se esfuma.

Casi puedo sentir la manera en la que un par de manos cálidas se colocan sobre mis hombros por un instante. La sensación es tan realista, que en cuanto me giro me llevo un susto de muerte. La Noelia que conocí, una ilusión creada por mi subconsciente, está justo detrás de mí. Me mira igualmente entristecida y sólo sonríe. Mira a Natalia para repetir el gesto y así como así, antes de que yo pueda intentar tocarla, desaparece transformándose en una nube de humo que sube al cielo para reunirse con su ángel.

¿E-esto significa que...? ¿Ese ciervo era...?

N-no entiendo nada... Y no siento capaz de pensar por ahora. Sólo me importa ir con Natalia para abrazarla con fuerza, sin poder dejar de pensar en que... en que... en que cuando Natalia y yo peleamos aquella vez, ella dijo la mayor verdad. No puedo salvar a nadie. Soy una completa inútil que sólo juega con el tiempo sin pensar en cómo eso repercutirá en el destino de los demás. Si alguien es la culpable de que Noelia esté muerta... soy yo.

Soy un monstruo...

¿Qué es lo que he hecho...?

Noelia.... Noelia tú... ¿A-alguna vez, en alguna realidad, podrás perdonarme...?

Yo no puedo... Nunca me lo perdonaré....

Nunca.

Nefelibata 「Albalia」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora