57. Dolorosas Confesiones

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La Pequeña Semilla comienza a cambiar a mí alrededor, dejando en el olvido la destrucción y transformándose en el sitio lleno de vida que siempre debió ser. El objetivo de mi cámara se escucha cuando la luz cegadora desaparece, dejándome a un lado de Joan justo después de sacarnos nuestra selfie.

Lo has hecho Alba. A pesar del intenso dolor de cabeza. Por suerte, mi nariz no está sangrando más. Y lo que más agradezco es que en estos momentos no estoy herida. Ningún tipo me ha destrozado la cara. Ningún enfermo mental me ha puesto las manos encima. No hay drogas corriendo en mi sangre. Estoy ilusa. Y dispuesta a permanecer así.

Aún queda un día antes de la tormenta. Todavía puedo salvar a Miki. Todavía puedo salvar a África.

Todavía puedo salar a Natalia.

-Quiero que mantengas esa foto siempre contigo, Joan. Incluso si el tornado pasa-.

-Lo haré. Pero, Alba... Y-yo también quiero decirte algo... ¿A-Alba...? ¡Alba, tranquila!-.

Poco me importa en realidad que el siga llamándome con insistencia. Lo único que quiero es levantarme y esperar a que Natalia venga hacia nosotros. Cada segundo perdido es importante. Pero pasa que no puedo evitar que la felicidad me llene de golpe cuando la veo caminar hacia mí.

-¡¡Nat...!!-.

La envuelvo en un fuerte abrazo que ella devuelve sólo por un instante, antes de liberarme y apartarme de golpe. Esto la ha hecho enfadarse. Después de recibir ese mensaje que empezó esta pesadilla, un abrazo no es lo que necesitamos.

-¿Qué mierdas pasa contigo, Alba?-.

-L-lo siento... Es sólo que me da mucha alegría verte-.

Con vida.

Una vez más.

Joan sólo se mantiene apartado, en silencio. Sabe que esto no tiene nada que ver con él.

-A mí también me hace feliz verte... Ahora, mira esto. Miki me ha enviado un mensaje-.

Ella me enseña su móvil, mucho más enfadada y exasperada que hace dos segundos.

Ella me enseña su móvil, mucho más enfadada y exasperada que hace dos segundos

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-Se refiere al cuerpo de Noelia. -Dice Natalia. -Alba, tenemos que evitar que lo saque del vertedero. ¡Debemos llegar antes que él!-.

-Nat, espera-.

Ella no escucha, sólo echa a andar hasta que ambas salimos de la Pequeña Semilla.

Tengo que evitar que ella suba a su coche.

-Puedo andar y escuchar, ¿Vale?-.

-¡Cállate y escucha, por una maldita vez!-.

Tengo que sujetar su brazo para evitar que ella siga avanzando.

Se suelta con violencia y se cruza de brazos, mirándome como si realmente me odiase.

-Está bien. Estoy escuchándote-.

Nefelibata 「Albalia」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora