Capítulo XLV. (Zona alta)

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Capítulo XLV. (Zona alta)

POV Adrián

— ¿Escuchaste lo que pasó en la A anoche? Toda la calle principal desapareció.

— ¿Qué maldito loco hizo algo así? Seguro fueron los Red K.

«Cállense, diablos...»

—Adrián ¿Te sientes mejor? —levanté la cabeza y Marcos me estaba entregando un vaso con café muy caliente.

—Me duele la cabeza, y todos se me quedan mirando, como si fuera un fenómeno.

—Eso es porque estás lleno de sangre. —me puso el vaso en la mano y se inclinó para estar a mi altura.

—No voy a decir que no recuerdo nada, porque lo hago perfectamente, ni siquiera me siento mal por lo que hice, pero mi mente se nublo, y actué por rencor. Mi cuerpo simplemente hizo lo que tenía que hacer. —suspiré y le di un sorbo al café.

—Te entiendo, no te preocupes. Vivir aquí no es fácil, vives bajo una gran presión que no desaparece, pero todo estará bien. —sonrió y de alguna forma me recordó mucho a Ronald. Es el tipo de persona que te conforta solo con las palabras y su preocupación.

—Gracias por no llamar a M.

—No hay problema, aunque si se entera de que te tengo aquí en estas condiciones, vendrá por mi cabeza.

—No permitiré que haga nada. —solo rió y se levantó.

— ¿Quieres despedirte de tu amigo? —pasé saliva y asentí antes de levantarme.

Cuando provoque la explosión y salí de la zona roja, los chicos del instituto estaban luchando para salir en el auto porque les habían reventado un neumático, una calle más abajo. Tomé el cuerpo de Egan sobre mi espalda y regresé por su auto. Lo puse en el asiento del copiloto y tomé sus llaves. Saqué mi celular en todo ese proceso, y llamé a la primera persona que se me pasó por la cabeza, Marcos.

Ahora estaba en el hospital de la zona roja, cubierto de sangre y con un brutal dolor de cabeza que no desaparecía; aunque me tome un analgésico que podría matar a un animal. Estaba amaneciendo y la luz del sol comenzaba a mostrarse tenuemente sobre el cielo. Seguí con lentitud al doctor y entré en la habitación dónde estaba el cadáver de Egan. Suspiré con nostalgia y me senté a un lado de su cuerpo. Ya había visto muchos muertos, pero no terminaba de creer que él lo estuviera, a simple vista podrías pensar que solo estaba durmiendo, si ignorabas la gran herida en su pecho.

Murió desangrado.

El cuchillo atravesó su corazón y me tarde demasiado. Me siento tan mal que no puedo dar espacio en mi mente a la culpa. Solo era un chico que llevaba una semana conociendo, pero me hizo sentir bien y cómodo. Me hizo llevar una vida medianamente normal una semana, aunque fuera como otra persona, con otra vida.

Le di otro sorbo al café y me levanté antes de mirar a Marcos. Me estaba dando mi espacio, y lo agradecí inmensamente.

—Supongo que debo llevarlo con sus padres.

— ¿Sabes dónde vive?

—Su padre es un importante político, todos lo saben, vive en una parte remota de la zona azul.

—Puedo acompañarte.

—No, me dijiste que tienes trabajo, me siento mucho mejor, así que no te preocupes por mí.

—Aunque me digas eso...

— ¿Puedes ayudarme a bajarlo? Y vamos a cubrirlo un poco por favor, no quiero que lo miren.

Marioneta de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora