Capítulo LXXII. (Hotel)

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Hola chicos y chicas, buenas noches. Ya que varias personas se animaron con la idea de un grupo para que convivamos más cerquita entonces lo voy a crear. Les dejare el enlace en mi perfil de wattpad. Espero que disfruten el capítulo. 

Capítulo LXXII. (Hotel)

POV Adrián

—George, aquí está. Lo encontré, pero creo que está muerto. —dijo Darío.

—No estoy muerto. —suspiré lleno de frustración.

—No está muerto, solo molesto. Nos vemos en la casa, si Bruno llega primero dile que tomamos una ruta larga, sí. —colgó el teléfono y me miró levantando la ceja.

—Estoy de mal humor. —me queje.

—Eso se nota. Pareces un demente, pero quiero saber a que viste. Me preocupé mucho. —estiró la mano y la tomé para levantarme.

Después de que salí corriendo del refugio, seguí a ese hombre por varias calles, pero no lo pude alcanzar. De alguna forma siempre estaba por delante de mí, como si solo se tratara de un fantasma imposible de atrapar. Terminé en la plaza del centro, el último lugar donde me pareció verlo, y cuando me rendí con la persecución me tiré en el piso para recuperar el aliento.

—Era ese hombre, el mismo de la sonrisa extraña que apareció aquella vez, ¿Cómo me encontraste?

—Logré encender la camioneta con los cables y te busqué por los alrededores. Tengo al menos una hora dando vueltas por la zona. —cruzó los brazos sobre su pecho.

—Lamento haber salido corriendo así, fue un impulso nada más.

—Lo sé, no estoy molesto contigo, solo estaba preocupado. —me sacudió la ropa.

—¿Qué ocurrió con la persona que estábamos esperando?

—Oh, apareció en el refugio. Los chicos se lo están llevando con Bruno.

—Supongo que lo mejor es regresar a casa.

—Sí, vamos a regresar. Tengo hambre.

—Me duele el cuerpo, corrí demasiado. —comencé a darle golpecitos a mi espalda y me subí a la camioneta.

—¿Estás seguro de que era la misma persona de aquella vez? no pienso que estés loco, Adrián. —suspiró. —Es que con todo lo que pasa últimamente.

—No te preocupes, yo tampoco confío mucho en mi juicio estos días. Sé que mi mente no está en las mejores condiciones, pero no creo que esté imaginando personas, porque mi locura tiene su límite.

—Está bien, pero ¿Entiendes lo que significa, cierto? que esa persona apareciera.

—Por supuesto. Más problemas.

Me estacioné afuera de la casa y bajamos para entrar. En ese preciso momento un carro se detuvo frente a nosotros bruscamente y un hombre bastante alto salió antes de cerrar la puerta con fuerza. Darío se estremeció por el ruido, pero yo no lo hice. Puse la mano sobre el arma en caso de que tuviera que recurrir a ella y esperé atento.

—¿Ustedes saben dónde viven los Halcones? —preguntó.

—Es está casa, nosotros somos Halcones. —le dije.

—Perfecto. Necesito hablar con su jefe para contratar su servicio.

—Entonces entré con nosotros a la casa, lo haremos llamar para que se reúna con usted. —dijo Darío.

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