Capítulo XXIII (Inesperado)

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Capítulo XXIII. (Inesperado)

POV Adrián

Su aliento era una mezcla de cigarro y ron, y la cabeza comenzó a darme vueltas, como si estuviera borracho. Además, por más que intenté apartar la mirada de sus ojos, no pude, a pesar de que eran tan oscuros como la noche, y la única luz en la calle era la de una luminaria que no dejaba de parpadear a cada momento. El ambiente era tétrico, no era el lugar ideal al que una persona quisiera salir a caminar, pero ya no me daba miedo estar ahí en esas circunstancias, porque ahora era parte del peligro que formaban parte de ese lugar.

No pude evitar sentir que a pesar de ser un lugar horrible, era perfecto, todo estaba pasando de la forma correcta. ¿Me estaba volviendo loco por su culpa? El frío y la ansiedad eran mis últimas preocupaciones, no quería que fuera capaz de escuchar mi corazón, que estaba latiendo con tanta fuerza como si tuviera intenciones de explotar en cualquier momento.

No me pasó desapercibido el hecho de que desvío la mirada en hacía el lugar donde me había indicado que alguien nos estaba vigilando. Y fue eso lo que me hizo volver de manera abrupta a la realidad, porque no sabía quién era la persona que había presenciado toda esa escena ni que tipo de intenciones tenía con esa información.

— ¿Nos sigue viendo? —pregunté, en voz baja.

—Sí, sigue ahí, pero si quisiera hacer algo ya lo habría hecho.

—Tengo que irme —dije e intenté apartarlo.

— ¿A dónde piensas ir? —cuestionó, y no me dejó moverme.

—Tengo que ver a alguien, además si me quedo aquí temo que vuelvas a hacer lo que hiciste —expusé, y él sonrió con los labios. Me dió la impresión de que se sentía satisfecho con mis palabras y mis reacciones.

—No puedes huir siempre, porque te guste o no me voy a quedar aquí —declaró.

—Mi vida sin ti es lo suficientemente complicada ahora mismo....

—Lo sé.

— ¿Lo sabes? —repetí.

—Adrián, sé cómo moverme bien por aquí, es mi trabajo, nada se me escapa —comentó, y desvié la mirada.

—Entonces...

—Entonces, aunque hayas elegido tu camino, por ahora, quiero darte la oportunidad de tener tus opciones abiertas —explicó, y tocó mi barbilla.

—Espera. Yo no puedo hacer esto —aseguré, y puse las manos sobre su pecho para apartarlo.

—Nada en esta vida está dado por hecho, salvo el hecho de que todos nos vamos a morir en algún momento —manifestó, y lo miré.

— ¿Qué es lo que quieres de mí? —inquirí.

—Quiero cuidarte.

—Puedo cuidarme solo —repliqué.

—Lo sé, soy perfectamente capaz de ver tu potencial, pero hay cosas que se te van a escapar de las manos, y me puedo hacer cargo de ellas —me dijo y lo miré confundido.

—A ver, ¿solo tengo que acceder a dejar que me cuides? ¿Es todo?

—Es todo lo que quiero.

—Muy bien —acepté y suspiré —. Puedes cuidarme.

—Vamos, te dejaré cerca de la persona que necesitas ver.

En otro momento no hubiera permitido que me llevara, por el hecho de que implicaba demasiadas cosas con las que no estaba dispuesto a lidiar, pero el hecho de que alguien se estuviera dando el trabajo de vigilarme me hizo sentir nervioso, como si estuvieran estudiando mis debilidades. Y aunque sé que la víctima en este caso pudo ser M, no puedo confiar en esa idea, a pesar de que no sé cuántos enemigos tiene o el tipo de trabajo que hace. Así que comencé a preguntarme si realmente estaba siendo cuidadoso cada vez que salía por mi cuenta en la Zona Roja.

Marioneta de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora