Capítulo XXI (insistencia)

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Capítulo XXI. (Insistencia)

POV Adrián

Pasamos toda la semana buscando cualquier cosa que sirviera para descubrir los planes de los Red K, o algo que pudiera funcionar como una ventaja, así que esos días fueron agotadores para todos, no pudimos dormir mucho, pero teníamos que mantenernos lo más despiertos posible o no podríamos defendernos en caso de una confrontación con otro grupo. Pero lo más difícil de todo había sido no poder ver a S esos días, sobre todo después de lo que pasó en La Cueva; pero no había manera, no podía separarme de los Halcones.

Me sentía extraño porque no podía quitarme la inquietud de encima. Esa noche cuando me vio con M, algo cambió, o más bien, me mostró lo que ve todo el mundo, al asesino de la Zona Roja del que tanto me advirtieron los chicos antes de haber caído por él. No me dijo absolutamente nada, solo me miró y después se fue con los demás, y entonces un inmenso dolor en el pecho no me dejó en paz el resto de la noche. Nunca fui víctima de una de esas miradas, por lo que no sabía el significado de su advertencia. Solo sabía que tenía que hablar con él lo más pronto posible.

Dispuse de cada minuto libre para seguir entrenando con Darío, tanto mi puntería, como mi cuerpo. Al principio fue bastante duro, y comenzó a preocuparme la poca resistencia física que tenía, a pesar de que mis padres me obligaron a hacer toda clase de deporte mientras crecía, todo se me fue olvidando con el pasar de los años. Además, sostener un arma no es lo mismo que una espalda, y se lo dije a Darío una tarde, exhausto, pues me estaban temblando tanto las piernas que no sabía cómo me podía mantener en pie. A él le sorprendió el hecho de que fuera capaz de manejar un espalda, y me dijo que era un idiota por no haberle dicho algo tan importante con anterioridad, y entonces a partir de ese momento me enseño a defenderme también con un cuchillo.

En cuanto al entrenamiento físico, armó una rutina que se adecuara a lo que necesitaba. En primer lugar, me hacía correr por varias calles cerca de la casa, después de eso tenía que levantar pesas, y al final era una práctica de autodefensa. Durante los primeros días pensé que no resistiría, pero cuando terminó la primera semana me sentía más seguro conmigo mismo, y mucho más motivo a seguirlo haciendo. No renuncie porque sabía que a la larga sería un beneficio para mí, que me serviría en cualquier tipo de situación en la que me viera envuelto.

Terminé de disparar a los blancos que había puesto, ya no era solo botellas, había otro objetos de distintos tamaños, pero sin importar lo que pusiera no fallaba, siempre daba en el blanco. Incluso George y Jacobo se terminaron uniendo a la práctica para mejorar sus habilidades, ninguno era mejor que Darío. Aún no se había presentado una buena oportunidad de hablar con ellos, pero los dos se seguían comportando extraño, pero no hice preguntas durante esos días.

— ¿Sabes manejar? —me preguntó Darío.

—Una moto ni de chiste —dije —, pero tengo licencia de conducir, mi padre me obligó a tomar lecciones hace años.

—Puedo conseguir algo para que te movilices. En el depósito hay carros que podemos usar para los trabajos de transportar mercancía a otros estados. Ya hablé con Bruno del tema, y al principio no estaba convencido, pero tenemos su permiso. No suena como un mal plan, ¿cierto?

—¿Qué no suena como un mal plan? ¡Darío, es perfecto! No puedo creer que de verdad haya accedido a algo así —le dije, sin poder evitar sonar sorprendido.

Escuché el sonido de una botella estallando detrás de nosotros. George había dado en el blanco. Vino a entrenar con nosotros, pero no había pronunciado palabra, porque tenía puestos los audífonos.

—Digamos que es difícil decirme que no, puedo llegar a ser muy convincente. Te dije que no es terrible como piensas. Por cierto, me he dado cuenta de algo, parece que ahora el sonido de los disparos no te pone nervioso —señaló, y lo miré con la boca abierta.

Marioneta de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora