Capítulo XXXII. (Excusas)

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Capítulo XXXII. (Excusas)

POV Adrián

— ¿Qué sucede, Darío?

—Bueno, es un poco complicado. —desvió la mirada.

—Puedes decirme lo que sea, somos amigos ¿No?

—Por supuesto. —suspiró y me miró fijamente a los ojos, no hay forma de pasar por alto el mal estado de su rostro, se nota su cansancio.

— ¿Pasó algo durante estos días?

—Estábamos preocupados, te buscamos por todos lados.

—Estaba en una clínica de la zona azul, ese día todo fue confuso, es difícil recordar lo que pasó después de la explosión, pero me las arregle para ir hasta la camioneta y salir del lugar, tenía una pequeña fractura y heridas superficiales, pero supuse que lo mejor era tomarme mi tiempo para que todo estuviera en orden en mi cabeza también. —intenté sonreír, pero no pude darle ese tipo de confianza a mis palabras.

— ¿Ahora te sientes bien? —susurró.

—Estoy perfecto, mírame.

—Escucha Adrián, también fue confuso para mí, pasé unos días difíciles y no estoy seguro de que mi mente estuviera todo el tiempo en la realidad, así que puede que haya visto cosas que realmente no estuvieran allí, por ejemplo...

— ¿Por ejemplo?

—Fui con Bruno a La Cueva después de la explosión, ese día fueron los Red K para hablar con la jefa de La Cueva, me las arreglé para escuchar y ver sin que nadie se diera cuenta. —me tensè.

— ¿Y...?

—Y me pareció verte, con ellos.

—Eso es ridículo Darío. —sonreí despreocupadamente y lo miré como si lo que estuviera diciendo fuera completamente absurdo.

—Lo sé, no creas que no pensé que era una idea ridícula, culpe a mi mente y me dispuse a seguir buscándolos, pero después me pareció verte en ese lugar de nuevo, pero con una persona.

—Estaba en la zona azul, no me acerqué en ningún momento a La Cueva.

—No te lo cuento porque tenga alguna clase de sospecha extraña, aunque debo admitir que estaba completamente seguro de que eras tú cuando vi a esa persona, es que llevo días con eso en la cabeza y necesitaba decirlo para poder liberarlo, no quise comentarle nada a Bruno para evitar que el asunto se hiciera grande y un problema.

—No era yo, Darío. ¿Qué podría estar haciendo con los Red K? La verdad es que no conozco a ninguno, solo los he visto por el territorio.

—Solo quería que supieras que yo pensé haberte visto en esas ocasiones y admito que quería ver como reaccionabas, pero no desconfió de ti.

—No tienes por qué hacerlo y lamento haberte preocupado.

—Lo importante es que estás vivo y regresaste. —se dejó caer en la cama.

— ¿Te sientes bien?

—Estoy tan cansado, agotado mentalmente.

—Entonces duerme un poco, voy a ordenar comida para nosotros.

—Gracias, Adrián. —sonrió levemente.

— ¿Los demás están trabajando?

—Sí, pero se fueron temprano, deben estar por regresar.

—Entonces voy a ordenar para todos. —me levanté de la cama.

—Adrián ¿Puedo preguntarte algo?

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