Marioneta de Cristal

Capítulo CVIII. (Es un placer)

Buenas noches, unas aclaraciones antes de que lean el capítulo. La primera parte es una narración de Adrián en tiempo presente, él está hablando con M. Y después de la separación todo lo que transcurre es en tiempo pasado. Para que no se confundan. Disfruten el capítulo. 

Capítulo CVIII. (Es un placer)

POV Adrián

Cada vez que mis padres tenían un evento o una reunión importante, la casa era un completo desastre. Los empleados pasaban corriendo de un lado al otro, siguiendo órdenes, procurando que todo salga al pie de la letra, porque no había lugar para errores. Todo tenía que salir como mis padres querían o habría consecuencias. Solo era un espectador, pero lo sabía, porque podía sentir el terror en el cuerpo de esas personas.

Mi padre no era la clase de hombre dispuesto a aceptar excusas, ni siquiera de mi madre, porque para él todo era posible. Me costaba entender el motivo del porqué todo era tan fácil, pero desde que tuve uso de razón, siempre lo vi obtener todo lo que quería.

Siempre fue una persona peligrosa, era inteligente, frío, desconfiado, poco piadoso, y también extremadamente calculador. Siempre supo lo que quería, mi abuelo me llevó a contar algunas historias de su niñez, y aún siendo un niño, supe que él nació para ser lo que era, un líder. Si por algún motivo, no le agradabas o te consideraba un inconveniente para conseguir sus propósitos, no tenía problema en sacarte del camino, con cualquier método.

Tenía prohibido decir lo que veía o escuchaba sin permiso, o de otra manera, me podía meter en problemas. Tenía que ser obediente y educado, acatar normas y seguirlas, sin objetar bajo ninguna circunstancia.

Nadie era capaz de decir nada que no les gustará, porque tenían el poder de hacer desaparecer a cualquier persona que se interpusiera en su buena imagen y prestigio. Mi padre era un empresario de nivel, respetado e idolatrado. En las fiestas a las que asistíamos, las personas siempre le hacían cumplidos, le daban buenos comentarios sobre su trabajo y sonreían como si fueran robots. Para ser sincero, me resultaba un poco espeluznante, porque no parecía que fueran seres humanos, eran máquinas programadas.

También fui un niño inteligente, siempre fui perceptivo, y estaba consciente de la maldad a mi alrededor. Tal vez había cosas que se me escapaban de las manos porque, después de todo, era difícil entender los temas de los adultos en ese momento. Pero estudiaba tres veces más que cualquier niño de mi edad, y era capaz de entender cuando conversaban de inversiones, negocios, exportación y finanzas.

En ese momento no lo sabía, pero yo también era una pequeña máquina programada, el único motivo de mi existencia era complacerlos a ellos porque, y no creo que sea una sorpresa, solo estoy vivo con el propósito de suplir su puesto. No puedes anhelar lo que nunca has tenido, y yo no tuve padres, ellos estaban ahí, pero no existían para mí más que como las personas a las que había que obedecer.

Algunas personas me miraban con lástima, y no podía entender el motivo, después de todo, los que no lo hacían se aseguraban de decirme que era un chico afortunado. Era normal que las personas se sintieran cautivadas por el poder de nuestra familia, pero yo no era consciente del poder real que tenía nuestro apellido en la calle, en la ciudad, o en el país.

Creo que, de cierta forma, agradezco haber sido tan reacio a dejarme sumir por su palabrería. Nunca me dejé cautivar por el poder y la fortuna, porque me asustó ver el hambre de poder que desataba en sus acciones. Todo el mundo quiere poder, pero las personas no se dan cuenta de que llegar ahí y subir ese escalón, es firmar un pacto de locura con el diablo. Fui testigo de muchas de esas situaciones, y nunca se lo pude decir a nadie, se volvió costumbre hasta el punto en el que ya no me parecía nada malo.