54/3. Tercera guerra mágica.

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Capítulo 54, última parte de la tercera guerra mágica: ¿Este es el fin?

Escritora.

Los sobrevivientes se resguardaban por los pasillos, en el gran comedor estaban los mal heridos y muertos, y uno que otro familiar o amigo, buscando a alguien en específic
Cada quien estaba en lo suyo, ajenos a la realidad que acababan de vivir y que los perseguirá por el resto de sus días. En medio de tanto desastre unos reían, otros lloraban, cada quien de lleno en sus propias cosas.

Y nadie se había percatado de lo que creó aquella figura en el cielo.

Joshua abrazaba el inerte, pálido y frío cuerpo de Timothy, cubierto de sangre. El corte en su garganta fue pequeño, pero letal. El muchacho sollozaba sobre él. No le importó mancharse de sangre, no le importó estar expuesto a qué lo encuentren y lo obliguen a irse con las tropas. Él no sé marcharia, Joshua no se iría de allí, le hizo una promesa de siempre estar con él, dónde el miedo a ser juzgado no importa, dónde podían ser felices.

Cumpliría esa promesa, exceptuando lo último.

—Josh, aquí no es seguro —la voz abrumada y quebrada de Jason sonó como un eco, bastante ajeno para él —. Si nos encuentran, nos matarán y harán lo que sea con el cuerpo de Tim.

—No digas que es un cuerpo, allí está Tim, él sigue ahí — sollozó, de manera inquietante.

Jason se secó las lágrimas y se acunclilló al lado de su mejor amigo, que no paraba de llorar y no parecía querer soltar a su otro amigo. Antes de que pudiera decir algo más, percibió una cabellera rubia por su vista periférica, al girarse, vió a Marisa, con los ojos rojos y una gran cortada que empezaba desde su ceja y terminaba en si mejilla.

—Torres — gesticuló Jason, casi inaudible.

No fue necesarios explicar nada. Ella se acercó y con sus brazos rodeó la gran espalda de Nott para reconfortarlo. Jason hizo lo mismo. Se quedaron así por un tiempo, solo hasta que el llanto de Joshua parecía estar más pausado. Marisa fue quien se separó primero.

—Vine en cuánto lo sentí — dijo, sonando abrumada —. No lo podemos dejar aquí, Joshua. Hay que llevarlo al gran comedor, adentro están todos.

Joshua solo pudo asentir y ponerse de pie, sin dejar de tocar a Timothy, con ayuda de Jason le lanzaron un levicorpus suave, con el fin de llevarlo en una especie de camilla flotante.

Marisa quiso ayudar a Joshua a limpiarse, pero este no se lo permitió y ella lo entendió al instante. Avanzaron por el jardín, habían pocos allí que hacían lo mismo que ellos, llevar a los mal heridos dentro.

Cuando llegaron al gran comedor, sin llamar mucho la atención, se instalaron en una esquina. A Timothy lo pusieron sobre una de esas canillas improvisadas de Pomfrey. Marisa no lo limpió, no le quitó la sangre, lo único que hizo fue acomodarle el cabello como le gustaba cuando estaba transformado en Aiden.

Por otra parte, Madison ingresó al gran comedor, las puertas rechinaron con su llegada, captando la atención de unos cuántos. Las miradas que le ofrecían eran frívolas, sin emoción alguna. Le hacían sentir culpable, aunque en el fondo, muy en el fondo, sabía que esto era lo mejor que les podía suceder a todos.

Ella avanzó, algunos la saludaban y le preguntaban cómo se encontraba, otros ni se atrevían a hablarle después de haber visto la magnitud de su poder. Se sorprendió cuando concordó con la presencia del profesor Slughorn, lastimado y lleno de polvo, junto con otros veteranos que reconoció gracias a las fotos que yacian en el muro de Slughorn.

La Leyenda De La Dama Y El Héroe  | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora