60. Darle tiempo al tiempo.

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Capítulo 60: Darle tiempo al tiempo.

Madison Peyton:

Creía que al llegar a Hogwarts las cosas retomarían su curso, pero estaba muy equivocada.

Solo había transcurrido una semana y creo que ha sido la más pesada de toda mi vida, entre las constantes noticias sobre la búsqueda de los mortífagos fugitivos y el regreso a clases ocupaban una pequeña parte de mi estrés de cada día.

Desde que llegué, mi popularidad se había incrementado, y quisiera que fuera sobre chismes, pero no era así. Digamos que mi magia había impresionado a la gran mayoría, así que me pedían que hiciera algún truco o travesura, si no se trataba de eso, me pedían que les hablara sobre la historia de mi familia, la dama granate, entre otras cosas.

¿Que sí recuerdo que al principio dije que jamás entendería como se sienten los Potter y los Weasley con su popularidad? Bueno, creo que de esa forma lo manifesté.

Pero no, ese tampoco era el problema, el verdadero problema era nada más y nada menos que James.

Desde que permanecí al margen del ojo público junto a mi familia no me había dado cuenta de que James era una noticia prácticamente mundial, al igual que su padre hace algunos años. Todos sabían sobre él, sobre su condición y por la situación en la que se encuentra, literalmente su popularidad se había multiplicado al cien por ciento, que digo cien, ¡Al mil!

Y esto, por supuesto, era incómodo. Muchos querían acercarse para firmar sus vendajes o alguna que otra cosa, solo querían estar a su lado. Claramente algunos se aprovecharon para generar rumores, y uno de ellos era bastante malo.

—¿"Potencial para quedar paralítico"?  —el señor Higgins señaló el diario con su mano libre, en la portada estaba una foto de James mirando fijamente a la cámara luego de haber caído por la luz cegadora del flash—. Profesora Mcgonagall, ¿Tiene idea de lo que eso significa?

La profesora Mcgonagall tenía sus manos entrelazadas, en su rostro era posible leer preocupación al extremo.

—Entiendo lo que quiere decirme, señor Higgins.

—¿De verdad? —se adelantó—. Porque lo que yo entiendo es que una super estrella del quidditch tuvo que abandonar su carrera ¡Sin si quiera empezarla!

—Eso no es verdad —decido interponerme—. La carrera de James aún es vigente, solo debe darle un poco de tiempo.

—Señorita, dama granate si lo prefiere —ruedo los ojos, abrumada, él prosigue—. James Sirius Potter se encuentra en recuperación hace más de un mes y no parece tener grandes avances, la magia no funciona a pesar de ser portador de ella, ¿Sabe lo que significa? —me encojo de hombros, cansada—. ¡Que no hay posibilidades! ¡Él no va a ser candidato! ¡Punto final!

—Señor Higgins, si le diera una oportunidad al muchacho... —el profesor Zajín -sí, regresó- interviene de inmediato para calmar al señor Higgins—. Solo tiene que esperar unos días más, si el muchacho tiene avances significativos no podrá oponerse.

—¿Trata de negociar conmigo? —por unos segundos, Zajín le sostiene la mirada a Higgins, el cual, rompe la tensión al suspirar y negar varias veces—. Dos semanas. Tiene dos semanas para que se recupere y esté en forma para que mis colegas asistan al torneo de quidditch, y así, tenga una posibilidad en las grandes ligas.

Suspiro, agradecida.

Luego de aclarar unos asuntos, el señor Higgins se retiró, seguido del profesor Zajín, quién insistió en seguirlo solo por precaución de que no se tope con James. Mcgonagall, bastante cansada, se dejó caer sobre la silla tras su escritorio.

La Leyenda De La Dama Y El Héroe  | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora