misiva

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A veces recuerdo cuando dijiste que esto no nos llevaría a ninguna parte, no podía estar más de acuerdo, pero a qué otro mar querría llegar más que que me dejes pensar en que me estoy sumergiendo en tu cabello y la teoría del aroma de tu cuello. A pesar de nuestra estática, llegaste donde nadie nunca había llegado y sin siquiera besarme ya te paseabas por mi garganta y por mis entrañas.

No viajeras, pero sí errantes.

Por un camino tortuoso sin ser peregrinas.  

No sé por qué se me metió en la mente saltar por la muralla del silencio, supongo que al abrir la boca dijiste más de lo que querías.

Te encontré cuando había dejado de buscar e hiciste que mis labios magullados y secos ardieran en sonrisas.

Dimos pasos a ciegas por la casita del terror hoy sabemos que cada cual tenía su miedo, cada una con el terror al hombro.

En aquel tiempo no tenías rostro, solo caía tu llanto sobre mi rostro cada que la pasión te sacaba lágrimas, tu cabello era incoloro como tus ojos  y no tenías aroma a nada.

Eras para mí la piedra Rosetta del silencio que yo no podía descifrar y yo no era nada más que un silbido incoherente del espacio.

No es que tuviese un destino al cual llevarte, solo quería recostarnos en el pasto y hacer descansar el dolor de los vidrios en de tus pies de sirena, Despegarte del suelo con tus piernas aferradas a mi cintura y llevarte aferrada a mí espalda.

Luego de decirnos adiós y emprender el viaje por la bifurcación de un camino dimos media vuelta al descubrir que era un placer dar vueltas en círculos por el espeso bosque y tomar vacaciones en nuestros abrazos, yo en tu pecho y tú contra el mío.

Lo digo una vez que cruzaste todas mis fronteras mentales y llegaste donde nunca antes alguien había llegado, y callo mientras mis labios recorren paisajes prístinos que solo existen en ti y recorro la distancia entre los puntos cardinales de ti cuerpo auxiliada por las caricias que le permites a mis manos.

ScriptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora