golpes

105 4 17
                                    

Los cardenales cambian de color con el paso de los días,
Pero lo que no cambia es el color desconocido de tus ojos,
Tú cabello rubio y la nieve que cubre tu piel, la visión de tus piernas cruzadas y tú abrigo,
tu cuello con aroma a tecito de menta y tú aliento a manzanilla nocturna.

¡Cuántas ganas de decirte lo mismo una y otra vez!
:
¡eres bella hasta decir basta!

Mis palabras son como espinas contra tu garganta y me pregunto a cuánto besos equivaldría tal daño

Ni el abrazo más fuerte, grande o extenso quita las marcas de mis manos al empujarte,

Pero aún está noche  sentí que restauraste mis ruinas cuando  claramente ceñiste mi cuerpo con total ternura.

Te sentí, te sentí contra mi cuerpo como si supieras que lloraba

Y besé tu frente y besé tu pelo, en el que estoy hundida mientras escribo, porque me acerqué con sigilo en busca de la tibieza de tu cuerpo, a ensayar esa caricia suave, esa casi imperceptible, pero que logre estremecerte al transitar mis yemas por tú cintura, antes de escribirte en la piel que añoro, que te quiero con mis propios dedos y mi propia caligrafía

Quiero traducir el braille al idioma de los suspiros.

Quiero simplificar y reducir el tacto a la dulzura de tu aroma,
Al olor de azúcar y al sabor del mar.

El único desastre que yo he visto en ti es el que yo he dejado en esa fiesta de tu pelo suelto,
Al ser intruso con mis dedos entre las raíces, al deshacernos en caricias entre la prisión y el éxtasis.

¿Cómo acabaste perdida entre mis fauces?

¿Por qué soy yo quien hace fiestas en tu pelo suelto y me dejas esconder contra tu cuello?

Bueno,
Yo acabé perdida en ti.

por miedo a dañarte fue que te hice daño,

Por no saber tocarte,
Casi rompo tu vestido suelto

Y por el miedo temprano por poco te suelto y te pierdo.

ScriptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora