acahual

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Está mañana mis manos no recorrían inquietas la piel de su espalda, ella me hablaba en sueños y yo le oía con mi cabeza en la almohada, pero en mi corazón, estaba yo en su pecho y no quería salir de ahí, al menos no todavía, no quería apartarme de su calor, ni sus latidos, ni su aroma.

Un solo mensaje de su voz y comprendí que aquella no sería una mañana de caricias si no de los besos.

Alcé mi cabeza como la flor de escudo en busca de algún sol,

Su rostro era un rayo matutino que como espía entraba por la ventana y me robaba de la baraja  la pinta de corazones.

Entonces, mis labios caminaron por sus hombros y su cuello, despacio, hasta hallar reposo en el filo de su mandíbula y allí reposaron hasta el medio día.

Yo y ella, buscando nuestros rostros como girasoles en los días grises, en los más nublados.

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