EPÍLOGO

480 45 8
                                    

Así son las cosas, nunca nada es para siempre, a veces solo te toca ser un breve momento en la vida de alguien.

Ethan me sujeta de mi cintura con seguridad, una fuerta carcajada sale de mi cuándo siento sus dedos rozar mi camiseta con su ropa.

En un impulso caemos hacia el lago de los deseos, mi chándal negro resulta completamente mojado, por suerte, mis maletas están en su auto.

Él me mira fijamente, tomando mi mejillas se inclina hacia mi, dejando un profundo beso al que respondo de inmediato, sus labios son suaves y son adictivos, saben a cigarrillo con menta, una mezcla que aprisiona hasta la locura. Paso mis brazos por su cuello, atrayendolo más a mi, el suelta una ronca carcajada y muerde mis labios, tiene un hoyuelo en su mejilla que lo hace ver muy tierno, sus ojos azules combinan a la perfección con el cielo, y aunque hace frío, el calor de sus brazos me mantienen fresca.

Cierro mis ojos y lo abrazo, la nostalgia del momento hacen a mis ojos llorar, él lo nota y me abraza, atrae su cuerpo al mío y no dice nada. Sabe como me siento y yo sé cómo me siento porque no hay secretos, no hay mentiras, no hay terceras personas. Solo somos Ethan y yo.

Podría dedicarle la canción más bonita del universo, y si no hay una que diga todo lo que siento por él, podría escribirla.

Podría decirle que es un ángel, uno que me lleva al paraíso en tierra, aunque también al mismo infierno.

No le digo nada, no me dice nada, no es necesario decir algo. El sonido de fondo solo es el chirrido del agua, el cantar de algunos pájaros y el latido de nuestros corazones.

Pero como todo lo que inicia, tiene un final, es el momento del nuestro y lo sé.

Con un dolor profundo en pecho me siento bruscamente, el sudor empapa por completo mi cuerpo. Las paredes blancas del nuevo y vacío apartamento me hacen compañía.

Un lamento sale de mí, y mordiendo mis labios lo trato de calmar, no quiero alertar a mi padre, quien duerme en el otro sofá, a unos metros míos.

Como desde la última semana desde que dejé Seattle, es un sueño. Desde que él fue a buscarme al aeropuerto venía siendo difícil. Fue mucho más difícil cuando llegué a mi casa en Portland y al buscar mi teléfono, encontré dos cosas en mi mochila que solo hicieron sentirme más confundida en cuanto a mi decisión.

Meto mi mano, bajo la almohada del sofá y siento ahí el liviano sobre de papel. Supongo que siempre es un buen momento para leerlo, sin importar que tan masoquista eso suene.

La letra no es muy bonita, aunque es entendible, y es misma letra que mi nombre lleva inscrito en la agenda que Ethan me regaló para mí graduación. Es la letra de Ethan, escrito de manera desordenada a mano. La carta ya está un poco gastada porque en toda la semana lo único que hacía era leerla, creo que intentando sentir que aún lo tenía conmigo.

América:

No sé cómo empezar, te he perdido y ya nada puedo hacer.

Te he perdido. Tres letras tan fáciles de escribir. Duramente difíciles de asimilar.

Es gracioso ver como todo cambia en cuestión de minutos, doloroso también lo es. No sé cómo empezar esto, no sé qué debo hacer o cómo comportarme, no sé porque lo escribo, supongo que no tengo otra opción, pero lo haré porque siento que es lo única manera que tengo para poder darte mi verdad.

No me querrás escuchar, y no sé si podré hablar cuando te llegue a tener delante mío. Pero no te culpo, solo te pido perdón.

Mientras No Sea Tarde (#1) // COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora