Kiara
Caminaba lenta y segura. Los Lux, a pesar de que me habían dejado pasar la frontera, me miraban con recelo. Samán había sido mi hogar durante años, pero para mí, había sido mi cárcel personalizada. Definitivamente ya no era mi casa. Mi hogar era junto con Kaliska y Esmeralda.
La imagen de Guideon pasó por mi mente de una manera fugaz. Por un momento tuve la tentación de darme la vuelta e irme con él. Él se había mostrado sincero y me había ayudado cuando no tendría que hacerlo ¿Por qué lo había hecho?
Suspiré alto y pensé en él. En su sonrisa, en su incoherencia de sus actos y sus palabras, en su naturaleza en su extraña empatía hacia mí... en sus labios. Paré en seco cuando me di cuenta de mi último pensamiento. ¿Estaba pensando en Guideon con una intención amorosa? No podía ser. Yo nunca me había enamorado, nunca había llegado el caso.
Para mí era de más importancia la amistad que otra cosa. La lealtad por encima del amor, ese era mi lema. Pensé entonces en Esmeralda y supe que no era del todo real. En su caso el amor hacia mi amiga era igual de poderoso que mi lealtad.
Mientras pensaba en estas cosas me dirigí a las cuevas rocosas blancas llenas de sal. Allí iba a ser mi escondite durante quince años. Miré a mi alrededor y supe que iba a ser muy duro. Me encogí de hombros y noté a Daren en mi espalda. Estaba demasiado quieto y supuse que se había dormido. Tenía ganas de estrecharlo a mi pecho, pero tenía miedo de que nos descubrieran.
No había nadie cercano. Tampoco notaba la presencia y el aura de nadie, pero no quería tentar la suerte. Así que reprimir ese deseo y me fui corriendo hacia la cueva de rocas blancas que Kaliska me había señalado por medio de los sueños.
Desde que me separé de mis amigas, mi comunicación con la gran Sabia era por medio de los sueños. Ella me decía lo que tenía que hacer y cómo. Yo la obedecía sin dudar, estaba en deuda con ella de por vida. Kaliska era como mi madre, aquella que me condujo por el buen camino, cuando mi propia madre fue asesinada por Aini. Apreté los puños cuando llegué en la entrada de la cueva y con decisión entré.
La cueva era hermosa, tan hermosa que parecía que había entrado en un mundo paralelo. Los cristales de sal de alrededor brillaban y centellaban sin parar. El aire volaba por la estancia como si estuviéramos al aire libre.
Me asusté cuando vi un par de animales hermosísimos de cristal. Éstos parecían una especie de lobos, pero en pequeño. Su cuerpo parecía que estaban hecho de cristal y piedras preciosas y parecían tan delicados que si los tocabas se podían romper.
Los miré con adoración y seguí caminado hacía las profundidas de la cueva. Noté como varios animales de éstos me seguían por detrás. Conforme iba avanzado, más animales se sumaman. Llegaron a ser una veintena de lobos de cristal.
Uno se acercó tanto que tocó mis alas. En respuesta a su proximidad escuché como Daren daba un chillido de sorpresa. El lobo aulló débilmente y comenzó a oler por curiosidad. Dejé de ocultar al bebé y me lo puse en los brazos. El lobo curioso trepó por mis piernas hasta situarse en mi hombro. Paré en seco.
ESTÁS LEYENDO
Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)
FantasyZoey y Zeth han fracasado la misión más importante. Aini ha conseguido renacer. Adón se ha adueñado de la Tierra, haciendo que ésta sea digna de una película Apocalíptica. Miles de Zombis acampan por su calles libres y dirigidos por el jefe de la OD...