Capítulo 46: Delirios de un sacrificio

89 8 1
                                    

Blanca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Blanca

No paraba de hiperventirlar por el sobresfuerzo. Parecía que no, pero Isaac pesaba bastante. Tuve que distraer al Basilisco lanzando rocas contra las paredes del volcán mientras llevaba a rastras a mi amado, fuera de éste. Di las gracias porque previamente habíamos dejado ciego al bicho, si no, no hubiéramos salido vivos de allí.

Cuando por fin llegué a lo más alto, dejé rodar a Isaac lentamente para que bajara por el volcán. Yo iba detrás destruyendo piedras con descargas para que no se chocase. Por fin llegamos a la llanura y me permití descansar un rato.

Observé a Isaac. Estaba inconsciente. La mordedura del basilisco en el hombro, era enorme y sangraba muchísimo. Saqué una alforja con agua y le limpiré la herida. No tenía muy buena pinta. Su piel se estaba transformando en un color verde y le salía pus.

Me llevé las manos a la cabeza ¿Qué podría hacer para ayudarlo? Eramos inmortales, pero ¿ese veneno lo podía matar? Abrí la maleta que nos había preparado Kaliska para el viaje. Había agua, fruta, un mechero, nuestras dagas, un libro que más adelante lo haríamos servir y una planta que no tenía ni idea para qué servía.

La acerqué y la olí. Su perfume era agradable, pero no lo podía ubicar. Era la primera vez que olía algo semejante. Éste mundo era tan raro y no sabía nada de su fauna. Chillé de indignación. No sabía que hacer.

Por desesperación, puse la planta encima de la herida y la humedecí un poco con el agua. Escuché como gemía de alivio. Algo estaba haciendo, aunque no sabía muy bien el qué. De pronto abrió los ojos, aunque parecía que estaba más en el limbo que conmigo.

—Isaac, ¿Me oyes? — pregunté con desesperación.

—Esus ha estado preparando un ejército junto con Aini — dijo con los ojos abiertos y fijos a un punto — quiere derrotar a Charles. Van a ganar en número, no hay escapatoria.

—¿De qué estas hablando? — le dije dándole toquecitos en la cara para poder así llamar su atención — estás a salvo, estas conmigo. Soy Blanca.

—¡Corre! — chilló dándome un susto — protégela, como yo hice contigo ¡Dame tu palabra!

Isaac estaba delirando. No paraba de sudar, su mirada estaba fija y no paraba de temblar. Le toqué la frente y estaba ardiendo. Tenía mucha fiebre. El veneno le estaba afectando demasiado. Comencé a llorar por impotencia.

Entonces él me cogió de la camiseta con urgencia, hizo que me acercara a él y me chilló en la cara.

—¡Dame tu palabra! Sólo confío en ti.

—¡Te lo prometo! — le contesté chillándole.

Entonces él se tranquilizó, me soltó y siguió diciendo cosas sin sentido. Algo de guardias, guerreros, hechizos y muerte. Miré al cielo y grite el nombre de Kaliska. Ella siempre aparecía cuando más se le necesitaba. Esperé varios minutos, pero nada. Volví a chillar pero ahora sin parar. Entonces noté que algo o alguien se adentraba en mi mente.

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora