Capítulo 8: Mi dura profecía

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Esmeralda

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Esmeralda

No podía dejar de acariciar mi vientre. Tumbada en una cama que está muy lejos de ser cómoda no podía dejar de darle vueltas. Todavía no me creía de que estaba embarazada. Kaliska me lo confesó y automáticamente noté como algo se movió dentro de mí, pero después de ese suceso ya no noté nada más.

Me encontraba en estado de schok, no podía mover ningún músculo. Pocos órganos permanecían en movimiento, uno de ellos era el cerebro y me estaba matando. No podía dejar de pensar, de contar los días desde que no me venía el período. Hacía poco tiempo o ¿no?

No podía estar en cinta, eso estaba prohibido. Charles tiene un destino, no puede encargarse de un bebé y más si no es de su futura mujer ¿Qué escándalo se formaría?

—Eso lo tenías que haber pensado antes de fijarte en él — respondió a mis pensamientos la Sabia.

No le contesté, aún estaba admirando su casa. Kaliska vivía en una cueva detrás de una cascada. El sitio me gustaba. A pesar de estar detrás de una fuente de agua no era para nada húmeda. Me sorprendió el hecho de que nunca había visto éste lugar y eso que me conocía el bosque. Éste era mi hogar, desde que nací.

Seguí mirando la estancia. Estaba repleto de miles y miles de flautas. En el centro de la estancia se encontraba un caldero, que salía humo de él. A simple vista parecía que estaba todo desordenado, pero sentía que esas flautas eran mágicas y tenían un orden en sí.

—Así es — volvió a contestar a mis pensamientos — éstas flautas están ordenadas de las más antiguas a las más nuevas. Son profecías que han sido escritas para cada persona.

Me quedé con la boca abierta por ésta información. Noté que poco a poco mi cuerpo iba reaccionado. Y podía mover los dedos de los pies, eso ya era un logro. Pasé mi vista de nuevo por los instrumentos y noté una magia poderosa en ellas.

—¿Cómo que tienen profecías? — salió la pregunta de mi boca casi sin darme cuenta.

La Sabia se rió al notar mi interés. Ella iba echando ingredientes al caldero. Parecía que los cogía al azar, pero al ver lo místico de ella, seguro que sabía lo que hacía ¿Estaba haciendo un conjuro?

—Tengo el poder de hacer profecías, bueno más bien Yutai me las transmite y yo decido di decirlo a los destinatarios o no — dijo moviendo con un cucharón enorme el contenido del caldero — pero en ocasiones me manda tantos que no puedo llevar tanta carga. Así que un día decidí crear éstos instrumentos y dejar las profecías grabadas en ellas. Yo me encarga de protegerlas, guardarlas y modificarlas si la profecía se cambia.

Por fin noté que mi cuerpo estaba despierto del todo y me levanté poco a poco. Me acerqué al caldero y me quedé a cuadros cuando comprobé que el líquido era totalmente transparente. La Sabia se rió y me miró con dulzura.

—Me voy a divertir siendo tu maestra, Esmeralda — dijo con total sinceridad — vas a ser una gran salvadora.

Entonces me vino a la mente lo que me dijo en la pradera, el sitio de amor dónde nos veíamos Charles y yo a escondidas.

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora