Capítulo 40: Los guardianes (I)

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Después de la reunión, Yutai quiso hablar con su hijo Esus

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Después de la reunión, Yutai quiso hablar con su hijo Esus. Había visto, escuchado y contemplado su corazón. Por medio de los sueños había sido testigo del gran pecado que había cometido hacia su hermana Ranavalona. Por ello, Esus estaba despistado y a consecuencia sus poderes eran peligrosos porque no podía controlarlos. Yutai quería hacer algo al respecto. Quería sanar a su hijo. Quería otorgarle paz. Así que solicitó su presencia en privado.

Cuando Esus llegó a la montaña sagrada y observó la presencia de su madre, se postró en tierra, ya que temía por su vida. Pero Yutai hizo un gesto para que su hijo se levantara y le mirara a los ojos.

La Diosa había aprendido a lo largo de los errores, que el amor era más poderoso que el afán de ser adorada, aunque no podía negar que le gustaba que lo hiciesen. En éste momento era más importante la redención de su hijo, que su propio orgullo.

—Hijo mío, veo el dolor, la vergüenza y la congoja en tu corazón — dijo la Diosa lentamente — ¿Quieres contarme algo?

Esus temblaba ante la presencia de su madre. Sabía que había hecho algo horrible ¿Sería capaz Yutai de quitarle la vida? Lo ignoraba, pero lo que tenía claro que no podía mentirle. Ella era todopoderosa, omnisciente y sabía cualquier cosa que sucedía en su mundo creado.

—He hecho un daño horrible a mi hermana, Ranavalona — dijo con voz temblorosa — me arrepiento y no sé cómo hacer para que ésta me perdone.

—No lo hará — dijo con dureza — lo que has hecho es demasiado dañino. Algo que en su mente vivirá, reproducirá, se repetirá en sus pesadillas y los revivirá en cada momento que quiera amar a alguien ¿Crees que le puedes ofrecer algo para comprar su olvido?

El SemiDios agachó su cabeza y supo que no había nada que hacer. Su perdón nunca llegaría y el odio que tenía su hermana hacia él crecería. Entonces decidió por todos los medios quitarse la vida. El amor incondicional que sentía por Ranavalona también se engrandecía, mientras ella le odiaba más y más.

—Pero hay algo que puedes hacer — dijo Yutai con tono de misterio — puedes hacer un acto de amor.

—¿Por ella? — dijo Esus con alegría.

—No, por lo que ella más ama.

—¿Y qué es? — preguntó desesperado Esus.

—Eso lo tendrás que averiguar por ti mismo.

Llegado a éste punto Yutai pidió que su hijo se fuera para poder descansar. Mientras el SemiDios bajaba por la montaña, pensaba con mucha intensidad sobre lo que más amaba Ranavalona. Llegó a mitad de camino hacia Kiau y entonces calló de rodillas. No sabía que amaba más su hermana y temía que nunca lo iba a saber.

Por el momento quiso contentar a su madre con el mandato que había hecho, de encontrar cuatro guardianes y se puso manos a la obra.

Por el momento quiso contentar a su madre con el mandato que había hecho, de encontrar cuatro guardianes y se puso manos a la obra

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Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora