Capítulo 26: "El colmillo de oro"

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Isaac

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Isaac

Caminábamos a un paso ligero por los bosques en la frontera de Kiau con Serkan. Perseguíamos unas ascuas que había encantado Kaliska. La Sabia nos había encargado a Blanca y a mí ir a buscar los dos objetos sagrados de los Serkan, la nación de mis antepasados. Mi alma gemela estaba en alerta dado que éste mundo era nuevo para nosotros. Yo no podía dejar de mirarle. Desde que hicimos el amor por primera vez en la casa, no podía dejar de pensar que le podía haber matado. No pude contenerme, su sabor de la sangre, su sudor y ... esa imagen de Esmeralda y Charles. Sentía su pasión, su amor, su deseo, su placer... Me quedé quieto en un árbol hiperventilando. Recordar esa escena me había excitado y no quería que volviera a pasar.

Blanca se paró y volvió atrás. Se acercó lentamente, me levantó la cabeza con el pulgar y me miró fijamente.

—¿Estás bien? ¿Necesitas descansar? — preguntó con un hilillo de voz.

Asentí y seguí el rumbo. No quería que se preocupase más de lo debido. Entre que estábamos en éste mundo, entre la muerte de Zoey, la rencarnación de Esmeralda y que no sabíamos dónde estaba el resto de nuestros amigos... no quería preocuparle por una comida de olla mía. No era justo.

—Desde que salimos de la cueva de Kaliska, no has hablado mucho — dijo intentando seguir mi ritmo dado que ahora iba más deprisa — te pasa algo y creo que deberías decírmelo.

Entonces comencé a correr, sí a correr, sentía que mi cuerpo me pedía de nuevo lanzarme sobre ella. Quería morderle, alimentarme, desnudarla, amarla ... No podía hacerlo. La última vez casi la mato, puede que la siguiente no tenga tanta suerte. Así que corrí, lo más rápido posible persiguiendo las ascuas que aparecían y desaparecían a centímetros de mí. Escuchaba como Blanca se esforzaba por seguir mi ritmo y cómo me llamaba. Entonces me paré de golpe al notar un aire familiar.

Nostalgia, añoranza y la sensación de haber vuelto al hogar. Miré al horizonte y la tierra que antes era marrón gris, negro y naturaleza muerta pasó a ser una tierra desértica, pocos árboles y los que habían estaban secos. Se podía ver varios volcanes al horizonte y uno que era muy grande en el centro. Habíamos llegado a Serkan, al que fue mi hogar.

Respiré hondo, dejando que ese aire, ese misterio, ese olor a tierra quemada me embriagara. Entonces la olí. Olí su presencia, olí su fragancia, olí su sudor, olí su sangre y quise saborearla. Ella se tiró encima de mí tirándome al suelo. Se sentó a horcajadas, encima de mí.

—Isaac ¡¿Qué es lo que te pasa?! — dijo ahora encima de mí con su nariz cerca de la mía — Estás así desde lo que pasó en la casa.

—Blanca, no lo entiendes. No pude controlarme, estuviste a punto de morir porque no pude resistir las ganas de...

Le miré los ojos, la boca, su cuello... no pude evitar sacar mis colmillos. Aini ya no estaba dentro de mí, pero seguía sintiendo esas ganas de devorarla. Eso me hizo pensar: Si ahora no está Aini y mi ansia de sangre no ha cesado, ¿Era Aini el que me obligaba a matar y a beber sangre o era yo que lo deseaba? ¿Era Aini el monstruo o era yo? Esos pensamientos rondaron por mi mente e hizo que girara la cabeza a un lado. No podía mirarla a los ojos, la estaba defraudando. Había puesto siempre excusas y siempre había sido culpa mía. Blanca siempre correría peligro, no estaría a salvo conmigo. Algún día la mataría. Tendría que dejarla, tendría que abandonarla para salvarla tendría...

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora