Esmeralda
Abrí los ojos con urgencia y el sol abrasador me cegó. Me puse las manos en los ojos e intenté incorporarme, al hacerlo sentí que todo me daba vueltas. Me sentía mareada, confusa y sentía que hacía mucho tiempo que dormía.
Por fin mis ojos se acostumbraron a la luz del sol. Mi vista se enfocó suavemente y vi por fin lo que había a mi alrededor. Reconocí el lugar y sentí una tremenda nostalgia, cómo si no hubiera estado en éste lugar durante años, incluso siglos.
Era el bosque, mi bosque, pero algo había cambiado. Sus colores, con diferentes tonos de verdes y marrón, que antaño fue protagonista ahora no se encontraba por ningún lado. Ahora los colores que reinaba en el bosque eran diferentes tonos de negro, hasta llegar al gris. El marrón aún se podía ver, pero rápidamente ese color se apagaba como la vida de éste mágico lugar.
Contemplé con horror mi alrededor y caminé lentamente absorta por el olor a muerte ¿Qué había pasado? ¿Cuánto tiempo a transcurrido desde que me dormí? ¿Por qué todo se estaba muriendo?
Mientras caminaba por el bosque encontré un cuerpo sentado en la base de un árbol. Su aspecto era increíblemente fuera de lo normal, dado que parecía que había muerto recientemente. Me acerqué a él y me agaché para ponerme a su altura. El cuerpo era de un hombre adulto, tenía puesto una armadura típica de Kiau. Entonces me vino algún recuerdo. Cuando me fui, había comenzado la guerra entre naciones, aunque no pude recordar del porqué de ésta. Inevitablemente pensé en Charles ¿Estaría bien? ¿Habrá sobrevivido a la guerra? ¿Se habrá escondido? Tenía que averiguarlo, tenía que ir al palacio a buscarlo ¡Podría estar en peligro!
Me erguí urgentemente y comencé a rastrear el bosque. Hacía tiempo que no lo hacía y el bosque había cambiado bastante. Comprendí que mis dotes como rastreadora no me iban a servir. Así que, hice aparecer con mi don el tigre blanco. Éste apareció entre la maleza y ser acercó lentamente hacía mí. Era el mismo animal que hice aparecer, cuando jugaba con Noda a las carreras.
El animal se acercó e hizo una reverencia. Le acaricié la cabeza y le di el fruto para que me obedeciera. Él se lo tragó muy a gusto y me monté en su lomo. Le ordené que olfateara al soldado caído y rápidamente nos pusimos en marcha.
Mientras trotábamos por el bosque, pude mirar hasta dónde había llegado la guerra. Miles de cuerpos estaban esparcidos en tierra. Samaelitas con alas arrancadas, Curasangres con los colmillos destrozados, Kiauntes con las gargantas rajadas... todo era unas vistas pintorescas, crueles y obra de un auténtico sádico. No pude contener las lágrimas y puse mi rostro contra el pelaje del animal. Éste ronroneó dado que sentía mi dolor. Le acaricié suavemente para tranquilizarlo.
—Tranquilo—susurré en su oído— no pasa nada, no hay peligro. Es sólo que...
El tigre paró suavemente y levanté mi rostro para contemplar las puertas del pueblo. Me sorprendí grandemente por la apariencia de éste. En su día, esas vallas intimidaban a cualquiera. Ahora estaban destrozadas, quemadas, con grandes agujeros en ella. Por un momento me vino un recuerdo de cuando entraba con Noda y el carro, para vender mercancía. Algo que hacíamos a diario y pensábamos que nunca lo íbamos a dejar de hacer.
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Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)
FantasyZoey y Zeth han fracasado la misión más importante. Aini ha conseguido renacer. Adón se ha adueñado de la Tierra, haciendo que ésta sea digna de una película Apocalíptica. Miles de Zombis acampan por su calles libres y dirigidos por el jefe de la OD...