Las luces de los focos me dan directamente en los ojos cegándome. Interpongo ámbas manos entre la luz y mis ojos.
«Esto con mi maestro no pasaría».
Apartan los focos dejándome ver lo que ocurre a mi alrededor. El teatro esta muy concurrido, los organizadores, técnicos y encargados van de un lugar para otro a toda prisa. Este fin de semana es el penúltimo concierto hasta la próxima temporada y mañana me reincorporo a las clases.
«Ni un minuto de descanso».
Tomo aire, lo suelto poco a poco y cierro los ojos para centrarme de nuevo. Aclaro mi garganta y espero a que el señor Hiro me de nuevas instrucciones.
—Aria, empezamos desde el principio.
—¿¡Otra vez!? La he cantado 6 veces y en todas la he bordado.
—Pues otra vez te has ido de tono en 2 de las 6 veces. Empieza.
Suspiro con pesar. Trabajar para la ópera de Inazuma es duro, requiere un nivel alto y experiencia. Además, hay que añadir que el director es un hombre difícil de contentar, pero para mi suerte he trabajado con personas peores.
«Ni se te acerca, maestro».
Mi mente viaja a la ópera de Suiza. Ahí es donde empecé en el mundo de la ópera. Recuerdo estar en el concurso de coros a la edad de 8 años y, tras alcanzar notas imposibles para mi edad y experiencia, me ficharon y enseñaron todo lo que sé. Recuerdo incluso mi debut a los 10 años, los periódicos empezaron a llamarme "La chica de las mil voces". Durante tres años he estado viajando por medio mundo y cantando para todo el mundo. No voy a mentir, adoro este mundo, los focos, la música, la ostentosidad, todo.
—Podemos dejarlo ya, mañana me reincorporo a clase y me gustaría estar en optimas condiciones.
El señor Hiro suspira y me mira directamente a los ojos, hago un pequeño puchero y cede. Asiente con la cabeza y de un salto bajo del gran escenario. Cojo mi mochila que estaba en una de las butacas rojas y doradas y me marcho corriendo.
He quedado con el "Señor no estoy de humor" cerca de la Ribera del Río para volver juntos casa. Desde ese día no ha vuelto a ser el mismo. Si antes era una persona cerrada, ahora es mil veces peor. Intento animarlo con mis gracias y tonterías, pero es imposible hacerle sonreír... ¡con la sonrisa tan bonita que tiene!
Mi móvil vibra y lo saco de mi bolsillo, un nuevo mensaje de mi madre aparece en la pantalla. El mensaje es el mismo de siempre: donde estoy y cuando llegaré. Ni que decir tiene que se volvió una controladora desde ese día.
Respondo al mensaje para tranquilizarla y después guardo el móvil donde antes estaba. Con lo distraída que estaba leyendo el mensaje y contestando no me había dado cuanta de lo que ocurría en el campo de fútbol de la Ribera. En él estaban dos compañeros de clase junto con un grupo de niños vestidos de uniforme de fútbol. También había dos matones, pero lo que más me impacto fue ver a Axel bajar al campo como si su vida dependiera de ello y chutara un balón que iba directo a una niña, tirándolo a la cara de uno de los matones. Me quedo boquiabierta en el puente, hace meses que no le veo patear un balón, pero me alegra saber que no ha perdido su toque. Corro hasta él y le pregunto que ha pasado.
—Nada, anda vamos. —Suelta en ese tono de voz seco ya tan característico suyo.
Me despido de mis compañeros de clase con una reverencia y salgo corriendo para alcanzar a Axel, que regresa a casa más cabizbajo que de costumbre.
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Inazuma eleven: La jugadora maldita.
FanfictionAria Merodi es una cantante de ópera de renombre. A su corta edad ha cantado en las más importantes óperas del mundo para la gente más importante del mundo. Con su llegada a Japón decide unirse al equipo de fútbol del Raimon. En el mundo de la ópera...