Valiente.
Fuerte.
Irritante hasta la médula.
Testadura.
Llegó a mi vida a darme luz y a cambiar todo lo que pensaba y creía.
Llegó a mostrarme que existía un lado de esta vida de mierda que en realidad podría ser buena, pero también me destruyó po...
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Jaden Tremblay
Entro a la habitación luego de haber ido a hacer ejercicio dos horas después de despertar. El gimnasio que tiene Erik aquí es bastante genial.
Sonrío al ver a una Jess frustrada y duchada con el pelo mojado, sentada frente a un espejo luchando con el maquillaje al intentar tapar los chupones en su cuello y clavícula.
Mi culpa.
—Buenos días— digo y me mira con los ojos entrecerrados.
—Buenos días mi abuela. No he podido bajar a comer porque no puedo tapar estos chupones. Al menos pudiste hacer uno o dos, pero no, él señorito hizo siete. Y dos son jodidamente grandes.
—Mi número favorito— digo frunciendo el ceño al tiempo que me quito la remera para lanzarla al cesto de la ropa sucia.
—No es gracioso, ¿Ahora qué hago?
—Baja así.
—¡Dios, no! Qué vergüenza.
—Jess, seguro más de alguno escuchó los gemidos— digo divertido sentándome en la cama.
—¿Tu crees?—pregunta abriendo mucho los ojos asustada, girando a verme a la cama.
—Tranquila, Jess, no pasa nada.
—¿Que no..? Soy una chica tímida, Jaden. Me avergüenzo rápido. Todo esto es tu culpa por hacerme los chupones.— dice cruzándose de brazos.
—Punto número uno, anoche no te escuché quejarte mientras los hacía, al contrario— digo y se sonroja, no puedo evitar sonreír ante su reacción. Joder, cuanto la amo— Y punto número dos, estamos a mano.— digo alzándome de hombros.
—¿Cómo que a mano?
Ruedo los ojos, me pongo en pie y le doy la espalda.
—¡Oh! ¿Fui yo?— pregunta al ver las marcas de uña.
—¿Quién más?— pregunto divertido volviendo a mirarla.
Suelta un suspiro— Bien, estamos a mano. Pero al menos eso no está a la vista de todo el mundo y lo hice sin querer.
—Jess, a nadie le va a importar ver un par de chupones. Ve a comer, tranquila... bueno, a no ser que quieras ducharte conmigo.— digo caminando al baño, me sonríe.
—Ya me he duchado.
—¿Y?
Sonríe, si que quiere ducharse conmigo.
Me acerco y la atraigo a mi tomándola de la mano para poder besarla, torpemente entramos al baño.
