Valiente.
Fuerte.
Irritante hasta la médula.
Testadura.
Llegó a mi vida a darme luz y a cambiar todo lo que pensaba y creía.
Llegó a mostrarme que existía un lado de esta vida de mierda que en realidad podría ser buena, pero también me destruyó po...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Jaden Tremblay
Mis ojos se abren lentamente con la luz que entra por la ventana de la habitación y de inmediato recuerdo que no estoy en mi habitación de hotel. Siento el peso del cuerpo de Jess en mi pecho y sonrío al verla abrazada a mi con sus bracitos y piernas como un koala.
Decido que me quedaré así con ella hasta que despierte. Llevo mi mano a su frente y suelto un suspiro aliviado al comprobar que ya no tiene fiebre.
Hace mucho que no despertaba así... tan bien, estar al lado de Jess me tranquiliza, me hace sentir bien, siempre lo ha hecho.
Respira tranquila y lentamente, sus labios están entreabiertos y su rostro recuperó color... se ve hermosa. Su mano descansa sobre mi abdomen y mis ojos se fijan en las heridas en sus nudillos. ¿A quién pudo haber golpeado? ¿Tuvo problemas con algún trabajo? ¿Ella resultó herida? Joder, juro que podría asesinar si alguien le hizo daño, pero al menos no parece tener nada. Eso espero.
Pasan casi treinta minutos hasta que Jess despierta.
—Hm...— musita cerrando mi remera en su puño, casi de inmediato levanta el rostro para verme—Creo que es la primera vez que despierto y aún estás acostado a mi lado.
Sonrío— Buenos días.
También me sonríe.
—Si que son buenos— dice volviendo a acomodar su cabeza en mi pecho y abrazándome más fuertemente.
Bien... creo que fue suficiente.
—Ya no tienes fiebre, ya despertaste... es hora de irme— digo intentando levantarme de la cama, pero ella no me suelta.
—Solo cinco minutos más.
—Jess...
—Diez minutos más.
—Jess, tengo que-
—Veinte minutos más.
—No sabes negociar.
—¿Así no es como se hace?
—No, no es así.
—¿De verdad?
—Si.
—¿Y cómo se negocia?
—Jess, me estás tomando el pelo para que me quede más tiempo, tengo que irme.
—¿Por qué?
—Porque si.
—Podrías quedarte a desayunar. Yo cocino.
—Entonces me voy más rápido.
—¡Pues yo no cocino! Pero no te vayas aún, por favor. Me... me dijiste que lo pensarías— dice y sé que se refiere a que vuelva a vivir aquí, simplemente suelto un suspiro— Lo siento... no quiero presionarte.— dice apenada y finalmente me suelta, me siento en la cama y la veo darme la espalda.
