Se paseaba de un lado al otro pensando en la inmortalidad del cangrejo... digo, en qué carajo hacer para no seguir aburrido en la casa de su amigo, el muy ingrato despues de recibirlo y hablar de quien sabe qué cosa un par de minutos, el silbido de una alarma le hizo levantarse y decirle a él que esperara un momento, pero ese momento se convirtió en dos horas y esas dos en unas tres.
Por un momento, Afrodita pensó que Camus había dejado algo en el horno y por ello tardaba tanto pero también sabiendo las mañas de esté por leer y ser afín de la ciencia, no dudo ni un momento en adentrarse en dónde vio desaparecer al francés hace un par de horas, solo para alimentar su propia curiosidad y sacar las estúpidas dudas de su cabeza.
— ¿Camus?
Aquella habitación estaba a media luz, iluminada solo con algunas lámparas, sus celestes ojos pasaban por cada una de las cosas de aquel lugar, las burbujeantes sustancias en matraces y pipetas le hicieron arquear la ceja y mirar con mucha más curiosidad aquellas cosas, pero no había rastro del pelirrojo por ninguna parte. Siguió caminando por aquel cuarto, el muchacho buscaba al desaparecido joven mientras sus pupilas se concentraban en todas las cosas presentes.
— ¿Camus, estás aquí? — preguntó al aire sin recibir respuesta.
Suspiró, dio media vuelta y sus orbes chocaron con una extraña copa que tenía un líquido violeta, muy parecido al vino, se acercó un poco solo para comprobar que olía igual a las uvas fermentadas, comenzó a salivar y no dudó ni un segundo en llevárselo a la boca y tomárselo sin dejar rastro de aquello que sabía igual al vino pero que no era vino. Cuando el líquido tocó sus entrañas, el mundo se movió en círculos y él calló al suelo, el estruendo llamó la atención de Camus que entraba con algo de agua en sus manos.
— ¿Afro? — Caminó un poco hasta encontrar el desmayado cuerpo del joven — Hay, no puede ser — exclamó una vez se dio cuenta de la irresponsable ingesta de aquel trago.
Afrodita no despertó hasta la mañana siguiente, con un dolor de cabeza como si se hubiese pegado la borrachera de su vida, con los ojos somnolientos reconoció la habitación, aún estaba en casa de Camus, aunque se sentía extraño, era como si fuese alguien más, como si hubiese cambiado, como si estuviese en otro cuerpo, se sentía extrañamente más delgado y más liviano, un poco más... pequeño.
— ¿Camus? — "que extraña está mi voz" pensó luego de emitir aquel nombre, se miró los brazos, su musculatura había disminuido bastante, arqueó una ceja y se levantó de la cama, lo primero que hizo fue mirarse al espejo de cuerpo completo...
No podía creerlo, ¿era él?
Un estruendoso grito femenino hizo saltar al dueño de la casa, al gato del vecino que dormía plácidamente en el techo y a todo a unos cinco metros a la redonda... era ahora una chica.
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Este está medio extraño.Para: sorenjka espero te haya gustado.
Dan R