Imposible, parte 2.
Las visitas, siempre a media noche, y él, siempre esperando por el amante que no se deja ver más que ese par de brillantes ojos ambarinos y algunas veces, la piel blanca de las manos que le rodean la cintura, pero esta vez será diferente, al menos eso es lo que piensa, eso es lo que trama, eso es lo que desea, no obstante, tiene miedo, teme que su petición sea rechazada, no, teme que Minos se aleje de él, que ya no lo ame, que deje de visitarlo en la penumbra, teme que se disuelva lo que tienen.
Pero también sueña con su rostro, con aquel que su imaginación hace una y mil modificaciones, pero que sabe no es el de su imaginación, lo único que conoce y adora, son esos ojos de color de ocaso que lo ven con amor a cada noche, a cada madrugada, justo cuando el reloj marca la medianoche. Y ahí está, esperando a que llegue de nuevo, como la noche anterior, como las noches siguientes a esta y lo que resta del año y lo que resta de su vida porque tal vez, sea a quien tanto esperó.
Él ha llegado, siempre con la misma petición: "cierra los ojos" y una vez que sus brazos lo rodean por la espalda, Aiacos puede volver a abrir sus orbes, observando solo la pálida piel de su amado, aún necesita verlo, aún no puede quitarse de la mente aquella idea pero debe ser paciente, una virtud que no tiene o al menos, eso es lo que cree, ya ha esperado mucho, despues de todo.
—Déjame verte, Minos — sus morenas manos recorren las del contrario pero no intenta darse la vuelta.
—Aún no, Aia — le besa la mejilla, y despues, la misma petición para que pueda probar sus labios de nuevo.
— ¿Cuándo? — su voz sale como un reclamo y la risilla divertida en su oído no lo convence.
—Eres muy impaciente — de nuevo vuelve a besarlo — pronto, pronto — dice para calmarlo un poco, pero Aiacos sabe que sus intenciones son otras.
Una nueva petición es escuchada y acatada como todas las que salen de los labios de Minos, pero esta vez, es acompañada de dos más, "da la vuelta" es la primera, los nervios se instalan en él y aumentan al sentir los labios de su amado marcando su cuello, embriagándose de su aroma, saciándose de su sabor y quizá, llegando a la locura con la corriente eléctrica que le recorre la espina dorsal, siente como se separa y suelta un bufido como queja, Minos ríe.
—Abre los ojos. — es la segunda petición, Aiacos tiene miedo o quizá es la adrenalina de la duda...
Y sus orbes chocan con la figura de su amado, una piel tan pálida como la luna misma, cabellos tan largos y plateados como la plata y esos ojos que conoce bien, que ha visto solo con ayuda de un espejo y por cortos minutos. Su imaginación no le hace justicia a la belleza que tiene enfrente, solo puede sonreír y lanzarse a sus brazos para devorarle la boca y despues dejarse devorar por aquel que ahora conoce en su totalidad.
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Dan R