Fides, parte 4.
Su cuerpo tiene ligeros espasmos y no sabe si es por la brisa que se cuela por la ventana a su diestra o por la penetrante mirada sobre él; todo su ser se estremece y no sabe si es por el travieso viento que golpea su desnudo cuerpo apenas cubierto por la seda negra o por sentirse así de expuesto ante el soberano de fría belleza que le observa expectante.
No se atreve a hablar, aún no sabe que decir, las palabras y todo vocabulario parecen haber sido borradas de su ser o quizá, es el nerviosismo que lo vuelve loco, que le impide articular cualquier cosa, tal vez, solo es el temor de herrar, de ofender a quien tan amablemente le ha salvado del suplicio y le ha llevado a dónde mora.
-Camus - lo llama con aquella voz que hace temblar a cada una de sus células y su vista se ha posado en aquel que lo ha nombrado - ¿Tienes miedo de estar aquí? - Pregunta tomando con delicadeza la blanca mano de su huésped y él niega con la cabeza pero de su boca no salen palabras - Entonces... ¿me temes?
El silencio sepulcral que se ha formado le dio la respuesta que deseaba y a la vez rehuía escuchar de los violáceos labios de aquel hombre que está en el lecho; ahora, aquel rey, yace de pie, caminando lentamente hacia un armario de abedul con una media sonrisa adornando su rostro, como si hubiese advertido la objeción de su invitado.
Regresa sobre sus pasos con algo entre sus manos, vuelve a sentarse apaciblemente a los pies de la cama, mira a Camus, los gélidos ojos de quien una vez fue su enemigo están cansados, quizá de tanto llorar; debajo de estos, como símbolo de la pena los adornan, apenas perceptibles, un par de ojeras y sus labios parecen secos, lastimados, como si alguien los hubiese cortado en pedacitos pequeños.
Pone sobre su regazo aquello que ha traído - Tómalo y vístelo, es lo único que puedo ofrécete ahora - trata de sonreírle pero Camus parece no corresponder a su amabilidad, no lo cuestiona y ni siquiera se molesta pues, aunque le cueste, lo comprende.
-Gracias - apenas pronuncia, un susurro casi imperceptible, disuelto en el aire impregnado de perfume... el perfume a muerte... una muerte pacifica, tranquila, adorada y añorada.
Hades le da la espalda, camina lento hacía la salida, con paso trémulo, con el semblante impasible e inexpresivo que lo caracteriza, la negra estela de su ropaje cae hasta el suelo, como si fuese una negra cascada. El forastero se ha puesto aquella toga que el soberano le ha ofrecido sin cuestionar nada, sin replicar algo, sin objeciones y ha regresado al lecho tibio, su cansancio ha incrementado, quizá, la poca vida le ha pasado una alta factura ahora que la ha recobrado.
La mano blanca del monarca ha tomado la perilla de la puerta - duerme, te hace falta - le mira de reojo y abre la puerta dispuesto a salir.
-Por favor - pide de nuevo, suplica una vez más, él se detiene y escucha atentamente aquella petición - quédate - un suspiro largo sale de aquellos labios y vuelve, se sienta a los pies de la cama, el invitado esboza una casi invisible sonrisa - no te vayas - ruega.
-Me quedaré hasta que te duermas, Acuario - su gélida voz tiene algo más, tintes de querer tranquilizarlo, de hacerle saber que a pesar de todo, está seguro ahí.
Camus no sabe si lo que siente sigue siendo temor, y su memoria, lo traiciona una vez más, imágenes van e imágenes vienen a su cabeza: tormentas, su figura de infante temblando ante el rugir del cielo nocturno, la luz de los rayos haciéndolo derramar lágrimas, es como si ahora pasara lo mismo y no tuviese a nadie; sus orbes se inundan... esta solo... no, está él.
Esta él, sentado en la orilla, mirándole, tratando de calmarlo, aquella figura divina se acerca a él y como aquella vez, enjuga los rastros de amargura que se han escapado y le sonríe, una mueca ligera, fresca, hermosa, reconfortante que le otorga paz, quizá, la paz de la muerte o quizá la quietud que su mortal espíritu desea.
Y desea algo más, su corazón late desesperado, lo que está por hacer es una osadía, una ofensa y hasta quizá una falta de respeto garrafal, pero a estas alturas, no le importa, ya nada tiene sentido para él y solo quiere que desaparezca de su ser toda la aspereza; no le interesa ser un simple mortal, ya ha suplicado bastante y ha comprobado con sus propios ojos, aquello que pensaba eran solo viejas historias que decían "El rey del inframundo es un dios misericordioso y benigno con aquellos que apelan a su benevolencia"
-Quédate a mi lado - implora y su suplica, una vez más, es atendida.
Los ojos del soberano del submundo le miran expectantes, no dice nada más, espera pacientemente a que su huésped duerma, Camus cierra lentamente los ojos, aspira la tranquilidad de aquel lugar, respira la paz que emana del cuerpo de su anfitrión y ahí, en el límite de su conciencia se cuestiona
"¿Es temor o es paz lo que ahora siento?" y cae, en brazos de Morfeo, quien le recibe en el mundo dónde rige, en aquel universo en el cual el dolor no es más que el lejano recuerdo de una vida que acabó.
💀❄️
Esté quedó más largo de lo que esperaba pero me gustó hacerlo4/6 Hades x Camus para: MarcelaRios213 y Mercamus
Erit timor an pax erit? = ¿es temor o es paz?
Dan R.