En el alma del sueño descansa, profundamente, la paz: la paz de una eternidad acortada a un par de horas dónde el mundo se vuelve pequeño y el dolor se deshace entre sábanas de seda; la paz de un momento perfecto que se desvanece apenas los rayos de Eos vislumbran el amanecer que se alza sobre el universo; la paz de un instante convertido en un sempiterno mundo al que estamos destinados pero que quizá no merecemos.
En el alma del sueño habita la amargura: la amargura de la soledad que acecha las almas que se quedan encerradas sin remedio y para siempre en el abismo del olvido; la amargura de la añoranza transformada en deseos reptantes y carentes de camino que amenaza con traer el caos; la amargura de la vida humana que permanece insatisfecha todo el tiempo y que se arrepiente de cosas vanas e inevitables.
En el alma del sueño vive el deseo: el deseo, irremediable, de la infinitud de su abrazo entre la eternidad escrita con ilusiones en cada poro de su divina piel; el deseo de perderse dentro del inmenso laberinto que preside al abismo tormentosamente dulce del mundo perfecto en el que él es rey; el deseo incumplido entre las penumbras de una calle sin faroles dónde la incertidumbre se convierte en tranquilidad.
En el alma del sueño crece le melancolía: la melancolía de las plegarias nacientes de los espíritus mortales que yacen vacías y carentes de plenitud e insaciables de atención; la melancolía de su ansiada presencia al momento en el que su madre cubre el mundo y el silencio rodea todo cuanto existe; la melancolía de su dorada mirada que observa rastros de amargura dolorosa entre los rostros extrañamente conocidos.
En el alma del sueño hay cariño: el cariño impoluto de un ser divino para con seres sin ninguna importancia que caminan en dirección al funesto destino escrito desde arcanos tiempos; el cariño que preside a la evaporación momentánea del desasosiego, traída en una tenue atención cifrada entre cálidas sabanas y cómodos lechos; el cariño de la imposibilidad de su disposición y al mismo tiempo el dolor de su marcada ausencia.
En el alma del sueño existe lo sublime de su semblante; lo melifluo de su abrazo; lo impasible de su finitud; lo profundo de su mirada; lo inefable de su melodía; el arrebol de sus mejillas.
En el alma del sueño...
Permanece...
La benevolencia de un dios.
😴😴
Hace tiempo publique uno de Thanatos y ahora les traigo uno de Hypnos.Espero que les haya gustado.
Dan R