30. Sabor a café (Isaak x Kiki)

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Algunos tienen un olor favorito: el petricor del verano o la ventisca de canela en el otoño, quizá la dulce fragancia de las flores recién abiertas en primavera o el gélido hedor a chocolate en el invierno; un libro nuevo o uno viejo, una mandarina recién abierta o un mango; a lo mejor la vainilla o la menta... pero a él...

A él solo le gusta el inconfundible olor a frambuesa del cabello de aquel que ama como a nadie y cuya fragancia se impregna en la almohada que ahora reposa junto a el, al otro lado de la cama que yace aún templada, sus manos la estrujan contra su pecho y se embriaga del aroma mientras escucha como la puerta de la habitación se abre y le da paso a aquel joven.

Sus cabellos castaño-rojizos aún alborotados, desprenden el bálsamo de sus delirios y en aquel sueño que parece realidad se lanza a abrazarle como si no lo hubiese visto en siglos cuando en realidad solo han pasado, escasos veinte minutos, pero eso no importa, lo que importa es que ahora a apresado su cintura, la que le hace perder la cordura, entre sus manos y aquellos delgados y rozados labios, cuya tibieza le encanta, entre los suyos que siempre están fríos. 

 Algunos tienen un sabor preferido: la amargura de una limonada o lo dulce de una malteada, quizá la grosella de la helada paleta o la canela en el pan; el picor de una salsa o lo salado de un queso añejo; la calidez mesclada con la amargura de una buena cerveza o quizá la melosidad del vino tinto en la mesa... pero a Isaak.

A Isaak solo le gusta el melifluo sabor a café de sus labios, ese que no es ni tan amargo ni tan dulce, ese que emerge su boca con el calor de lo que ellos llaman: amor; ese que puede oler incluso cuando su ausencia hace estragos en su mente; ese que ahora puede disfrutar como primer refrigerio matinal. 

Lo ha dejado libre por un instante, momento en el que se pierde en lo azul de sus ojos y el carmín de sus mejillas, admirando y degustando como su boca entreabierta aún despide aquella dulce esencia que es tan característica de su pareja y la cual adora y le hace perder los estribos, la cordura, la cabeza y los sentidos. 

¿Te he dicho, cuanto amo el sabor de tus labios?  su voz, gélida como las tierras siberianas dónde ha crecido, sale suave y afable. Ríe un poco y aquel tenue sonido le enamoran de nuevo.

 demasiadas veces que he perdido la cuenta vuelve a besarle, como si su sed aún no estuviese saciada y es que, de hecho, Isaak nunca está satisfecho cuando de besar y probar una y otra vez los labios de Kiki se trata. —  ¿Por qué te gusta tanto? lanzó sin más el menor una vez se hubieron separado. 

Lo miró con la ceja alzada rozando su nariz con la propia, llenándose de nuevo de la fragancia de su boca, le sonrió como si fuese a hacer una travesura, le beso de nuevo, le arranco el alma y los suspiros en aquel contacto y exploró a su gusto esa cavidad sin importarle nada. 

— Adoro el sabor a café — dijo sin más, sonriéndole como un idiota... como un idiota enamorado

🐙🐑
¿Ya les dije que amo a estos dos?

Esté configura mi regreso en este libro y una mención honorifica para ScorpioNoMilo por sus increíbles historias y por hacerme amar este ship, Fran, va con todo el amor de mi corazón para ti, espero que te haya gustado.

Dan R

Love, Hate, dead and saintsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora