Fides, parte 6.
Sus desnudos pies pisan las flores que se alzan a su paso sin marchitarse, sin quebrarse, sin dejar de desprender aquel enervante perfume que inunda todos y cada uno de sus sentidos; va a prisa aquel joven de blanca y fría piel, de orbes cual glaciares y de violáceos labios; lo esperan allá, en el palacio del otro lado, en los magníficos aposentos que comparte, desde aquel día, con el rey del inframundo.
Su piel por fin pisa la piedra y ahí, de pie, ve a quien le ha concedido la paz, a quien le ha regresado la vida y con apenas un ápice de amabilidad le ha devuelto lo que alguna vez le quitaron. Ha renacido como un nuevo ser, un ser que puede habitar el paraíso viajando por el verde prado a sus anchas, ha renacido como algo más, apenas un párvulo espectro que, en la eterna deuda que cree tener, ha decidido permanecer así, junto a él.
—Hades — lo llama, con tanta familiaridad que parecieran ser iguales, pero no lo son y el hecho de haberlo llamado por su nombre con tanta confianza no es más que la prueba viviente de que hay dioses que no reparan en tales asuntos.
No responde con palabras pero su acto dice más de lo que mil palabras podrían, lo ha recibido en sus brazos y ha depositado un dulce beso en su frente, como aquella vez que lo salvó, como aquella vez que, como suplica, pidió quedarse ahí, a su lado, en paz, en el paraíso... su paraíso... los campos Elíseos.
Le extiende el brazo y lo toma con delicadeza y a la vez con firmeza, nadie le ha cuestionado nada en absoluto y realmente no habría diferencia; caminan lentamente hacia el interior de su palacio, de su hogar, de aquel refugio gélido que a Camus le parece lo más acogedor en todo el universo.
Ha hecho una nueva petición y su anfitrión la ha cumplido, los ha liberado a todos y cada uno de ellos, sin nada a cambio, sin nada más que la presencia de aquel joven que ha encontrado lo añorado en brazos de la muerte y quizá ese era su destino, quizá solo fue su decisión.
Pero la verdad es que Camus no había estado tan feliz en su vida, los recuerdos ásperos de su condena ya no duelen, ya no lastiman su espíritu, su alma al fin descansa en paz, en una tranquilidad meliflua e inefable que muchas veces pensó que estaba en una ilusión, una treta cruel de su mente y ahora se convence de que es real, tan real como el viento que ahora le golpea la cara.
Y las trémulas y suaves manos del soberano de ojos cerúleos le acarician la mejilla, toman su mano y lo conduce a aquella habitación que muy amenamente comparten y ahí en el lecho de negra seda, dónde ahora yacen no hay más que la última premisa:
"¿Fe en que, Camus de Acuario?" le cuestiona su mente una vez más, y para aquella pregunta solo hay una respuesta:
"Fe en él"
💀❄️
Les confieso que ame con toda mi alma esta mini historia, me gusto el tema y también el como decidí narrarlo.6/6 Hades x Camus para: MarcelaRios213 y Mercamus
espero de todo corazón que les haya gustado.
Mañana es día de descanso.
Fides in qua? = ¿fe en qué?
Dan R