En el corazón de la muerte hay paz: la paz de un final esperado que pulula alrededor de las almas que aguardad su llegada; la paz del sueño eterno que se encuentra solo en brazos de aquel cuya vacía mirada proclama el final del sufrimiento; la paz de un mundo sin mentiras, sin cadenas, sin más que la tranquilidad de lo infinitamente finito que es la vida humana a la que toma, quizá, con la delicadeza del pétalo que se posa en el agua.
En el corazón de la muerte habita el amor: un amor a aquellos que sufren y están desamparados en las fauces de una vida sin ilusiones ni sueños; un amor que preside el final de la mortalidad y entonces el alma se muda y transfigura en un ente cuasiperfecto; el amor de un Dios para con seres diminutos e insignificantes que, en su pequeñez, importan en todo sentido y cuyas voces impregnan en ese corazón un sentimiento de cariño perfecto.
En el corazón de la muerte crece la benevolencia: la benevolencia ante las suplicas a su pronta llegada y a las llamadas funestamente necesitadas de los gritos que lo invocan; la benevolencia de una mano suave que acaricia y enjuga las lagrimas de un rostro que es presa del pánico y el miedo; la benevolencia de un ser supremo que toma la apariencia de un mortal para librar de las cadenas al alma elegida y llevarla allá dónde se encontrará con sus antepasados.
En el corazón de la muerte yacen, impasibles, lagrimas: las lagrimas de un ser que sufre las penas de aquellos que toma en brazos y de aquellos que deja atrás; las lagrimas que caen de los vacíos y profundos divinos ojos cuándo lo que lleva a cuestas es más pesado de lo que imaginamos; las lagrimas de un mundo que se hastía de su presencia y que al mismo tiempo sueña con su llegada cuyo olor a flores, delata.
En el corazón de la muerte se alberga el desasosiego: el desasosiego de un deseo incomprendido por muchos e imposible para aquel que ve a través de la oscura penumbra un ápice de luz; el desasosiego de un camino lleno de penuria y llantos desconsolados, inaudibles y a la vez ensordecedores; el desasosiego de la finita vida que toma y se lleva haciéndola eterna, eternamente menos dolorosa.
En el corazón de la muerte reside la belleza de lo eterno; lo melifluo de su beso; lo sublime de su roce; lo sempiterno de su encuentro; el arrebol de sus mejillas; lo impasible de su mirada; lo inefable de su presencia.
En el corazón de la muerte...
Existe...
La misericordia de un dios.
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Culpo a la imagen de la multimedia por esto y a mi concepción de Thanatos y su descripción en la mitología.Dan R.