veintinueve

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Este capítulo contiene violencia familiar física y psicológica. 

Si sos víctima de violencia familiar o sexual, o sabés de alguien que lo sea, llamá a la línea 137. Argentina. 

Son las tres de la tarde cuando abro la puerta de mi casa. Mi estómago ruge y realmente estoy rogando de que haya algo más que una sopa instantánea en la alacena, necesito comida de verdad.

Dejo la mochila maltrecha sobre el viejo sofá marrón y mi chaqueta junto a ella. Con pasos rápido cruzo el espacio que me separa de la cocina y busco algo pero como siempre no hay nada más que una botella de agua. No debí rechazar esa manzana en el receso. 

-Te dije que tu mierda la quitaras de aquí -la voz de mi padre llenó el lugar y temblé de pies a cabeza. No tendría que estar aquí.

Con un caminar firme me dirijo a donde dejé mis pertenencias y las quito bajo la mirada despreciativa de mi progenitor.

-Lo siento -musito y me doy la vuelta hacia mi habitación dejando todo problema atrás.

-Tráeme una cerveza -ordenó. Tragué saliva y volteé a verlo.

-Solo hay agua -informé, al hablar se me hizo imposible que mis piernas no temblaran como las de Bambi.

-Tú y esa idiota, no sirven para nada, inútiles -grita y vuelvo a temblar en mi lugar. No llores. No llores- Debí venderte cuando aún eras una cría.

Sus manos atrapan la raíz de mi cabello y tira de él arrastrándome por la casa. Ahogo un grito y lo golpeo como puedo para que me suelte. 

-Déjame -grito a la par que intento patearlo. Sin embargo no logro dar con él y detiene mis movimientos de la misma manera que yo planeaba hacerlo con los suyos, pateandome en mi abdomen- Basta, papá 

-Sirve de algo, maldita sea  -escupé y mi cuerpo tiembla. No quiero otra paliza pero sé que la habrá. 

Al llegar a mi habitación abre la puerta y estrella mi rostro frente a ella haciéndome gritar cuando mi nariz se tuerce y cruje. 

-Cállate, mierda -vocifera y me tira contra el suelo antes de arrojarme mi bolso y abrigo sobre mi antes de salir de la habitación y dejarme sola. 

Me quejo levemente cuando trato de recomponerme pero mis rodillas arden y mi nariz comienza a decorar el suelo con pequeñas gotas de sangre. No puedo tocar el puente de mi nariz sin gritar. Duele, duele mucho. 

Odio esta vida.


El vuelo camino a casa es mucho más rápido de lo que esperaba, con los chicos ya nos encontramos en el auto de Jonan regresando a nuestro hogar. 

Al doblar en la esquina del edificio un sentimiento de nostalgia me envuelve. Parece que no he estado aquí en años. Una vez que llegamos al estacionamiento nos disponemos a bajar todas nuestras pertenencias del auto y ahora sí, en la recta final para llegar a casa. Al entrar nos encontramos con el encargado del edificio y nos saluda como siempre, alegre por nuestra vuelta.

-Vino tu padre a verte, Katherine -me informa y mi cuerpo se tensa totalmente- Le he dicho que no estabas disponible pero ha dejado unas flores como regalo de cumpleaños, tuve que tirarlas porque se marchitaron, lo siento.

¿Ha dicho mi padre? Debo estar loca, pero al ver la cara de Jonan me percató que es exactamente lo que escuché. 

Hago mi mejor actuación frente a él, le digo que está bien y me despido rápidamente del hombre, sin siquiera darme cuenta los chicos se han quedado con él hablando sobre ello. 

ENTRE LA LEY  |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora